Hace unos veinte años, Gnarls Barkley cantó dentro de un test de Rorschach, y probablemente ese significó el fin de la época dorada de los videoclips: la del paso de los 90 a los 2000. La era de MTV y otras decenas de cadenas de televisión, con programación 24 horas y videos en transmisión continua, con tus amigos esperándote en la playa y tú haciendo lo imposible por despegarte de la pantalla. Aquella época en la que los videoclips parecían concebidos como uno con la canción (y probablemente lo eran), en una identificación conceptual profunda y a menudo más importante que el propio tema.

Hemos intentado (y la selección resultó inmediatamente más difícil de lo esperado) recopilar algunos de los videoclips fundamentales de la época: los inolvidables, los que tenían trucos técnicos y visuales innovadores o simplemente nunca antes concebidos, los que te mantenían pegado a la TV a pesar de haberlos visto ya unos cuantos miles de veces. Canciones en las que aún hoy es imposible pensar sin asociarlas inmediatamente a imágenes; aquí está un grupo de esos videos musicales que brillaron con luz propia (sin necesidad de artificios para promocionarlos) en los años comprendidos entre, digamos, 1997 y 2002. En definitiva, los mejores años de todos para dirigir videoclips. O para quedarse sentado en un sofá mientras el mundo de afuera se movía.

Imitation of life | R.E.M.

Un falso plano secuencia en el que nada salía como debía; hacia atrás, hacia delante, jugando con la gravedad y el continuo espacio-tiempo: si toda buena pool party tiene que respetar las reglas, bien podría hacerlo con las de la física y la lógica. Una imitación kitsch de la realidad, sin duda alguna.

Clint Eastwood | Gorillaz

Así es como el mundo conoció a Gorillaz: el grito del coyote de Ennio Morricone, las alusiones explícitas a Michael Jackson y sus muertos vivientes, la irrupción del anime en el lenguaje musical de forma estructural y no accesoria. Tormentas electromagnéticas, cementerios, vudú e ironía: una banda virtual solo podía apoyarse en el aspecto visual, y la verdad es que arrancó con fuerza.

Learn to Fly | Foo Fighters

Aparecen Jack Black y Kyle Glass antes del despegue, y eso ni siquiera es lo más gracioso. Entre humor, autocrítica y referencias cinematográficas, es un viaje en avión para morirse de risa: Taylor Hawkins como azafata vampiresa, Dave Grohl como un adolescente con granos y el propio fan electrizado. Y luego espuma, prótesis y risas. Como resultado: el Grammy al mejor videoclip de la temporada, y el líder de un género.

Barbie girl | Aqua

Veintiséis años antes de Greta Gerwig y Billie Eilish, la Barbie made in Denmark era la escenificación servil en tonos pastel de los temas de la canción: “Life in plastic, it’s fantastic”. Mattel lo asumió, pero el discurso era más amplio: estereotipos estéticos y no estéticos, autodeterminación y crítica social.

Yellow | Coldplay

Una secuencia lenta a 50 FPS, una noche que se convierte en amanecer detrás de Chris Martin caminando por la playa, cantando a doble velocidad en una alienante sincronización labial, devuelta a la normalidad (o casi) por el montaje. Detrás, el sol y la corrección de color hacen su trabajo, en un video aparentemente mínimo. Solo aparentemente.

Coffee and TV | Blur

El cartón de leche más famoso de la historia: de la cómoda mesa de la cocina de una familia inglesa de clase media a los peligros de la ciudad, y ese anuncio en el cartón: Missing. Perderse (en la adicción), encontrarse tras el cristal sucio de una sala de ensayo, la leche que nos hace crecer sanos y fuertes, y que finalmente cumplida su función asciende al cielo, al reino de los justos.

Frozen | Madonna

Con el pelo negro en el desierto de Mojave, con la mirada de dama oscura y una pieza hipnótica e inolvidable: la presencia inquietante y mística de la diva en pleno renacimiento, envuelta en telas negras que se transformaban en pájaros y bestias feroces. Frozen era una obra de arte entre Dalí y De Chirico, la elegancia etérea e inalcanzable dentro del trabajo sucio de un insistente slogan. Con esos tatuajes de henna que volvían loco a todo el mundo.

What’s my age again? | Blink-182

Un paseo salvaje y desvergonzado como los hacía mamá, pero con sus propias alegrías apropiadamente pixeladas: en su día, ese paseo era un guiño mainstream a un himno de al menos tres minutos de libertad (de ropa) y rebelión (al buen gusto).

Rock DJ | Robbie Williams

Y si desnudarse no es suficiente, vamos a quitárnoslo todo. Robbie Williams se despoja por fin de su traje de Take That con la autoburla de quien persigue llamar la atención mostrando músculos (literalmente) pero también vasos sanguíneos y un corazón que late. En su día, el manual de anatomía según Robbie causó revuelo: al parecer, incluso fue censurado en su forma íntegra, al menos durante el día. Puede que lo fuera, pero si así fue, nunca nos dimos cuenta y recordamos cada segundo.

Hey Boy Hey Girl | The Chemical Brothers

De nuevo, solo quedan los esqueletos: anónimos, indistinguibles, pero igualmente ocupados en actividades humanas básicas. Se mueven, bailan y tienen sexo. La electrónica como radiografía, los gráficos por computadora que empezaban a mostrar cosas inimaginables, la idea de que una vez que se quita la carne, debajo de eso no se puede profundizar más; hagamos lo que hagamos siempre parecemos los mismos.

Everybody (Backstreet’s Back) | Backstreet Boys

Puede que lo más terrorífico resultara ser la infalible coreografía de caras, encogimientos de hombros y pasos, pero la excursión al cine de terror de Nick Carter y compañía (que le guiñaba el ojo un poco a The Rocky Horror Picture Show y mucho a Thriller) se grabó de inmediato en la imaginación, y en los cuadernos escolares de la mitad de los adolescentes. Parodiado, detestado, inevitablemente memorable.

Teardrop | Massive Attack

Aún son palpables el encanto y la emoción que despertó el primer labio de aquel feto dentro del vientre de su madre, la boca que empezó a moverse con la palabra “aliento”, el ritmo cadencioso, la atmósfera amortiguada, todo lo que parecía sugerir cómo sonido e imagen eran una sola cosa. O mejor dicho, algo perfecto y mágico.

Little by little | Oasis

Uno de los temas más infravalorados de la banda de los hermanos Gallagher, la voz de Noel ya entonces parecía exigir grandes intérpretes para las canciones que cantaba: aquí en un juego de dimensiones «gulliveriano» está un desconcertado Robert Carlyle, seis años después de Trainspotting. Más tarde, todavía en la era Oasis, llegó Rhys Ifans en The importance of being idle. Y, como continuando una tradición, más recientemente Matt Smith y Milly Alcock, también buscados por Noel.

Why does my heart feel so bad? | Moby

Más animación: los rasgos minimalistas y vintage son los de Little Idiot, el personaje que aparecía en la portada del single, para subrayar la compenetración y la identificación con la obra. Con un alma a lo Saint-Exupéry y una confianza con la realidad a lo Forrest Gump, vive en la luna con su perro, sueña con la tierra y, al final, una desventura tras otra, lo invade la nostalgia de su cuerpo celeste. Blanco, pequeño, tranquilizador.

Ava Adore | The Smashing Pumpkins

Magnético, sombrío y justiciero, Billy Corgan como Nosferatu fue algo hermoso. Y también técnicamente significativo, en un plano secuencia lleno de flashes y cámaras lentas, una orgía de yuxtaposiciones y saltos mortales: expresionismo y post-grunge, swinging London y guerrilla, Murnau y Fellini, psicodelia y psicosis.

Freestyler | Bomfunk MC’s

Avance rápido. Retroceso. Pausa. El poder sobre la realidad y el tiempo está en el reproductor mp3 de un joven de envidiables dread locks rubios. Los vagones y la estación de algún metro del norte de Europa (igual que cualquier otro del mundo) son el escenario de uno de los casos de asociación inmediata entre video y música más inigualables que la memoria recuerda, tanto que mereció un remake hace cinco años. Ah, y Helsinki, el metro de Helsinki.

Californication | Red Hot Chili Peppers

En el primer verano del milenio, si no llevábamos audífonos en las orejas probablemente estábamos jugando en una PC o en las primeras consolas. RHCP puso a todos de acuerdo con un falso juego californiano que homenajeaba a GTA y Tomb Raider, con escenarios submarinos, tablas de snowboard y vuelos encima de una libélula, en un viaje visionario con los avatares de John Frusciante y sus compañeros.

Hero | Enrique Iglesias

Cuatro minutos y medio de una mezcla entre un melodrama lustroso y una película de gángsters, largos segundos de toqueteos sexy y besuqueos con lengua; todo un equilibrio por encima de la basura que no estropeó los momentos más maravillosos que un humano frente a la pantalla puede imaginar: los de su majestad Mickey Rourke en escena. Villano y trama vagamente à la Kill Bill vol. 2, tres años antes de Kill Bill vol. 2. Aplausos.

You rock my world | Michael Jackson

Hablando de cameos dorados. Aquí, en las ardientes habitaciones del Waterfront Hotel, no bastan Michael Madsen y Chris Tucker: se consuma la última aparición de Marlon Brando. Mujeres, puños y moonwalks, citas y autocitas. Son trece minutos de puro cine.

Pure morning | Placebo

Frente a frente con Brian Molko, en un polémico video ante el que YouTube sigue dando las oportunas alertas. La atmósfera y el emocionante giro argumental de Pure Morning siguen siendo inigualables.

I want love | Elton John

Songs from the West Coast fue un álbum que reconectó con el alma glam del artista británico y con la época dorada de los setenta. Y que, sobre todo, ofrecía un tríptico rotundo, unos videos por los que Sir Elton John apostó fuerte. Justin Timberlake en pelotas en un backstage imaginario en This Train Don’t Stop There Anymore. Liz Taylor y Mandy Moore (e incluso él mismo en carne y hueso) en una reluciente reinterpretación de Cenicienta y Mago de Oz, en Original Sin. Pero antes incluso, fue Robert Downey Jr. quien llenó el vacío de la mansión Greystone y sus propios pensamientos en los cuatro minutos y medio de I Want Love. Fue el momento más duro de la vida del actor, que había estado sumido en el olvido y luchando contra sus propios demonios durante años. En la secuencia caminó, cantó y se interpretó a sí mismo. Emocionante, sin tener que hacer nada. Fue como asistir a un renacimiento.

Stan | Eminem feat. Dido

La hibridación narrativa entre videoclip y cortometraje real; la interpretación alucinada de la estrella de Destino final, Devon Sawa, y la fantástica Dido; el guion indisolublemente ligado a la canción y sus temas; la necesidad de no querer hablar de otra cosa ni un segundo: los videos de Eminem nunca han sido cualquier video, y Stan, menos.

One more time | Daft Punk

Aquí comenzó la importante relación del dúo parisino con la animación. La idea y los dibujos son de Leiji Matsumoto, el autor de Capitán Harlock. Años ochenta, galaxias y luces estroboscópicas, “One more time, we’re gonna celebrate, oh yeah, alright, don’t stop the dancing.” ¿Y a quién se le ocurriría parar algo así?

Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Andrea Baranenko.

Por Agencias

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