(Esta entrevista ha sido ligeramente editada para mayor claridad en su lectura)

Anna Lagos: Eres pionero en mezclar literatura e Internet, ¿cómo crees que este medio ha cambiado la forma en que los lectores se relacionan con los contenidos?

Hernán Casciari: Yo creo que la primera gran modificación es que esas personas ya no se llaman “lectores”. Me parece que es el gran cambio inicial. Durante siglos, las personas que consumíamos información, tanto de ficción como de no ficción, nos considerábamos lectores, porque el único formato robusto era el libro o el periódico, pero sobre todo el libro. La llegada de las nuevas tecnologías mezcló a los lectores con los espectadores y oyentes. Ahora somos usuarios de contenidos culturales en general, ya sea periodismo, ficción o una mezcla de ambas. Vamos picoteando de un formato a otro sin comprometernos con ninguno. A mí me cuesta pensar en lectores, del mismo modo que me hubiera costado mucho en 1980, pensar diferente a qué otra cosa hay sino un lector del otro lado del libro que escribíamos. Escribíamos, de hecho, pensando en una persona que en silencio iba a leer eso que nosotros estábamos elucubrando en la cabeza y hoy no. Hoy no creo que nadie piensa de esa forma cuando crea contenido. El consumidor de esos contenidos ya no va a estar serenamente sentado un domingo por la tarde con un whisky y un libro abierto con toda la tarde disponible para consumir ese libro. Ya no ocurre, ya no tenemos esa característica como humanos. Entonces, por ejemplo, intentar escribir un cuento hoy cuyas primeras cuatro páginas sean la descripción facial del protagonista, como ocurría en el siglo XVII, es inviable. Nadie lo haría. Nadie soportaría cuatro páginas en donde explicamos cómo era la casa del protagonista y su porte físico y el color de sus ojos. No, ¡contame la historia rápidamente porque si en 15 segundos no me estás atrapando, me voy a otro lado, pues tengo muchas opciones! El cambio fundamental es que el otro, al que antes llamábamos lector y que tenía toda la tarde para nosotros, ya no tiene más toda la tarde para nosotros, ni tampoco se llama lector. Entonces hay que trabajar diferente, hay que pensar de otra manera, hay que ponerse en los zapatos del otro, quién es el otro, a dónde está, qué pretende de mí, qué le puedo modificar en su cerebro en el poquito tiempo que él me está dando y todo eso es absolutamente fascinante.

Anna Lagos: ¿Para qué leer si hay audiolibros o YouTube? ¿Cuál es el sentido? A mí me gusta leer, pero entiendo por qué muchas personas hemos dejado de hacerlo.

Hernán Casciari Claro, a mí también me gusta leer, pero no todos comparten esa nostalgia. El libro era lo mejor que había cuando yo era niño. Hoy, mi hija de siete años tiene otras tecnologías. Nosotros teníamos libros y esa sensación de inmediatez que era abrirlos donde queríamos. Era nuestra versión de “pausa” en Netflix.Mi hija, cuando le cuento sobre “Tom Sawyer” o “Cien años de soledad”, prefiere cualquier formato que no implique estar cuatro horas concentrada en un libro. Puede escuchar “Tom Sawyer” mientras hace otras cosas, y aun así entender y emocionarse con la historia. Lo importante es que la historia llegue, no importa cómo. La voz elimina la desigualdad en la experiencia, y ahí es donde los formatos nuevos se vuelven fascinantes.

Anna Lagos: ¿Por qué dices que la voz elimina la desigualdad de la experiencia?

Por Agencias

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