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Creado: 18.09.2024 | 08:25

Actualizado: 20.09.2024 | 19:40

Quetzalcóatl tenía hambre. Después de todo un día de pasear en la Tierra con forma humana, la serpiente emplumada estaba agotado y con el estómago vacío. Las montañas y senderos del mundo lo habían dejado exhausto, y no podía recuperar su forma original, explica la Fundación Amparo, ya que “podría atemorizar al mundo”. La noche estaba por caer y el dios mexica perdía la paciencia. Esta escena mítica, aunque no lo parezca, es el origen prehispánico del nombre de México. Ésta es la razón.

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Quetzalcóatl y el conejo en la Luna

Representación de este pasaje mítico de la tradición oral mexica, en la que un conejo se ofrece a sí mismo como sacrificio para apaciguar el hambre de Quetzalcóatl.Crédito: Andrea Fischer vía Microsoft BING

Las estrellas brillaban tan fuerte en el cielo, recuenta la fundación, “eclipsaban al mismísimo dios”. Bajo la luna llena, Quetzalcóatl decidió descansar finalmente. Encontró una piedra lisa en el camino y se detuvo a observar. En ese momento, bajo el cobijo del manto celeste, se dio cuenta de que el mundo era un lugar digno de admirarse.

Mientras el ‘Señor de la Aurora’, como lo conocían los mexicas, se tomaba un momento para observar el cielo nocturno, un conejo salió de su madriguera para cenar. Cuando el dios le preguntó qué era lo que tenía entre los dientes, el animal le dijo que era un pedazo de zacate. Cerca de ahí no había nada que Quetzalcóatl pudiese comer y, así como crecía el huco en su estómago, también su angustia. Dándose cuenta de la situación, el conejo se ofreció a sí mismo como sacrificio, para que el dios dejara de pasar hambre.

Conmovido por la generosidad del animal, la Serpiente de Plumas Preciosas lo tomó en manos y lo elevó al cielo. Para honrar su ofrecimiento, el dios se aseguró de que su silueta quedase grabada sobre la superficie lunar: justo en el ombligo de la luna. “Ahí tienes tu retrato en luz”, le dijo al conejo, “para que los seres humanos te recuerden para todos los tiempos”. Y así ha sido. Aún así, apunta el arqueólogo mexicano Enrique Juan Palacios, es interesante que “no se conoce, en las pictografías originales, jeroglífico de la palabra México”.

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Muchos nombres para un país de muchos rostros

Representación de este pasaje mítico de la tradición oral mexica, en la que un conejo se ofrece a sí mismo como sacrificio para apaciguar el hambre de Quetzalcóatl.Crédito: Andrea Fischer vía Microsoft BING

Tradicionalmente, se apela a esta leyenda mexica para ubicar el origen del nombre de México. Y tiene sentido: el conejo que quiso sacrificarse por Quetzalcóatl quedó justo en el centro de la superficie lunar, que se puede entender como ‘el ombligo de la luna’. Además de que ésta es la versión más aceptada del mito, la palabra sí viene del náhuatl antiguo, la lengua que hablaban (y conservan hasta nuestros días) los pueblos nahuas en Mesoamérica.

Oficialmente, “‘México’ proviene del náhuatl Mēxihco, que significa el ombligo de la luna”, establece la Secretaría de Relaciones Exteriores. De hecho, en náhuatl antiguo, la palabra no era esdrújula, sino grave. Es decir, se pronunciaba algo como Mexíco. Y lo que es más, el nombre es una suma de 3 términos en náhuatl, de acuerdo con el Gobierno del Estado de México:

  • Metztli, que significa luna
  • Xictli, centro u ombligo
  • —co, sufijo de lugar

Representación del Zócalo capitalino de la CDMX, México.Crédito: Andrea Fischer vía Microsoft BING

Desde esta división de la palabra original, existen controversias en torno a la traducción al español. Algunos autores sugieren que la traducción literal es ‘el ombligo de la luna’. Sin embargo, otras fuentes lo traen al español contemporáneo como ‘en el centro del lago de la luna’, dado el peso metafórico que tenía el náhuatl en la construcción de sus palabras.

Aún con todo este contexto, ‘México’ no es el nombre del país propiamente. Más bien, según establece la Secretaría de Relaciones Exteriores, “el nombre oficial es Estados Unidos Mexicanos”. De cualquier manera, es lindo pensar en que nuestro país recibió su nombre de la generosidad de un conejo que, en un acto de generosidad total, quiso entregar su vida para aplacar el hambre de Quetzalcóatl.

Por Agencias