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Creado: 22.09.2024 | 21:38

Actualizado: 22.09.2024 | 23:39

Aquellos eran tiempos convulsos para la Francia medieval. Después de décadas de lucha, el trono se seguía disputando entre el primero hijo de I de Francia y Enrique VI de Inglaterra. En medio de la Guerra de los Cien Años, fue el pueblo el que recibió los peores golpes. Incluso en los poblados pequeños, como Domrémy-la-Pucelle, al este del país, donde una niña guerrera habría de nacer. La Historia la recordaría como Juana de Arco, la heroína que liberó a su territorio por orden divina. Ésta es su historia.

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¿Qué le dijo Dios a Juana de Arco?

Retrato de Juana de Arco (1843), de Hendrik SchefferCrédito: Hendrik Scheffer/Wikimedia Commons

La confusión de la guerra juega muy malas bromas en la población. Desde muy joven, como víctima y testigo de la Guerra de Cien Años, Juana de Arco hacía mención de cómo santos, vírgenes y otras figuras religiosas se comunicaban con ella. De acuerdo con la XV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, frecuentemente ‘recibía consejos’ de San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita, que le aconsejaban “llevar una vida devota y piadosa”.

En 1412, ese tipo de recuentos no eran infrecuentes. Por el contrario, durante el Medioevo, los clérigos de todos niveles y la gente de a pie justificaba —o pretendía entender— los problemas de salud mental como si fueran posesiones o epifanías divinas. Múltiples decisiones de Estado, ejecuciones injustas y divisiones políticas se llevaron a cabo con esta base, estrictamente religiosa e imposible de comprobar. En una de sus múltiples visiones, Dios le indicó a Juana de Arco que debería de liderar al ejército francés a la libertad. Y ella obedeció.

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¿Una cuestión de Fe?

Representación del sitio de Orleans en 1429 en Las vigilias de Carlos VII, por Marcial de Auvernia (siglo XV).Crédito: Wikimedia Commons

A la capacidad de ‘escuchar mensajes divinos’, desde el catolicismo se le conoce como ‘revelaciones’. Es uno de los supuestos ‘dones espirituales’ que, de acuerdo con la Iglesia de Cristo en EEUU, “son bendiciones o capacidades que Dios da a Sus hijos mediante el poder del Espíritu Santo”. Hasta ahora, no se ha encontrado evidencia científica de que esto sea real, más allá de ensoñaciones o alucinaciones, producto de alguna enfermedad mental.

Sin embargo, durante la Edad Media se justificaban estos hechos sólo con base en la Biblia, el compendio de escrituras sagradas de la cristiandad. De hecho, en Corintios 12:7, se habla de cómo el Espíritu Santo concede estas “manifestaciones especiales para ayudar a los demás”. Éstas son algunas de ellas:

Miniatura de Juana de Arco, incluida en algún manuscrito medieval.Crédito: Wikimedia Commons

  • Hablar con mucho conocimiento
  • Impartir consejos sabios
  • Sanar enfermos
  • Llevar una fe ‘extraordinaria’
  • Hablar muchos idiomas
  • Tener revelaciones divinas, como las que ‘experimentó’ Juana de Arco

La Iglesia católica no tomó todas estas ‘manifestaciones del Espíritu’ como figuras del lenguaje, sino de manera literal. Por lo cual, incluso en vida, Juana de Arco fue venerada como una santa que podía hablar con Dios y otras figuras religiosas. En su libro Juana de Arco: la santa guerrera (2003), el historiador inglés Stephen W. Richey duda profundamente de estas capacidades —y de la decisión de un monarca al nombrarla cabeza de un ejército entero.

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Rey loco, guerrera santificada

Escena de coronación de Carlos VII, el ‘Rey Loco’ en 1380, en Reims (Francia).Crédito: Jean Fouquet/Wikimedia Commons

En la época, era bien sabido que Carlos VII sufría de brotes psicóticos. De qué tipo, es imposible saber: en la época no se tenía conocimiento de psiquiatría suficiente y, como decíamos, todo se atribuía a posesiones demoniacas o intervenciones diInas. En ocasiones eran tan fuertes, que le impedían llevar a cabo sus labores de administración pública. Se dice que, en uno de sus arrebatos delirantes, no recordó su nombre, ni que era rey de Francia. En otro, creyó que era San Jorge; y en otro más, desconoció a su esposa y a sus hijos.

Después de tantos desvaríos, el rey pasó de ser Carlos ‘El Bien Amado’ a Carlos ‘El Loco’. Además, Francia e Inglaterra estaban cansadas después de casi un siglo entero de guerra, incesante, larga y avasalladora. Por lo cual, Richey tiene algo de razón al sugerir que, la idea de traer a una campesina iletrada y delirante al frente de sus tropas fue una decisión desesperada. Tal vez, entre locos se entendían:

Escena del arresto de Juana de Arco, tras el fin de la Guerra de los Cien Años.Crédito: Adèle Martin/Wikimedia Commons

“Sólo un régimen desesperado prestaría atención a una chica analfabeta que afirmaba que la voz de Dios le estaba ordenando que se hiciera cargo del ejército de su país y lo llevara a la victoria”.—Stephen W. Richey

Y de alguna manera, funcionó. Juana de Arco parece haber tenido, si no el don de la revelación, ciertamente el del liderazgo. Bajo la certeza de que seguía las órdenes de Dios, la niña-guerrera guió al batallón francés en la Batalla de Orléans. Triunfó. Le dio la victoria a Francia y, gracias a eso, catapultó el “despertar de la conciencia nacional francesa”, documenta la Enciclopedia británica.

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Muerte en la hoguera a la ‘libertadora’ de Francia

Representación de la ejecución de Juana de Arco, con sólo 19 años.Crédito: XV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos

Francia finalmente tuvo un rey en 1429. Fue en Reims que se llevó a cabo la coronación, con la guerrera victoriosa ya considerada como una heroína nacional. Sin embargo, ni siquiera la protección de Carlos ‘El Loco’ fue suficiente para desviar el destino de Juana de Arco. Aunque tenía el apoyo de la familia reinante en su país, también tenía severos detractores en la corte, con la influencia suficiente para acabar con ella —de manera definitiva.

Poco más de un año después de su victoria en Orléans, un grupo de soldados traidores la entregó a Inglaterra. Una vez que la arrestaron, un sinfín de cargos eclesiásticos cayeron en su contra: “fanática demoníaca, mística espiritual, ingenua y trágicamente manipulada herramienta de los poderosos”, según Richey, estuvieron entre ellos. Desafortunadamente para ella, ‘santa’ y ‘heroína nacionalista’ no figuraron en la lista.

Para entonces, Juana de Arco era una celebridad en todo Europa. A su juicio atendieron 115 testigos, según las cartas que se encontraron post mortem en francés, y sus debidas traducciones al latín (que era la lengua docta en la Edad Media). Por ello, la corona británica no podía permitirse un rival político de esa magnitud. La condenaron a morir en la hoguera, cuando ella apenas tenía 19 años. Como medievalista de la Universidad de Toronto, Kelly DeVries no exagera al señalar que «Ninguna persona de la Edad Media, hombre o mujer, ha sido objeto de más estudios».

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¡Jesús! ¡Jesús!

Panel derecho de La muerte de Juana de Arco en la hoguera(1843), del tríptico ‘Vida de Juana de Arco’, de Hermann Stilke.Crédito: Hermann Stilke/Wikimedia Commons

Antes de su ejecución, Juana de Arco estuvo presa en la Torre de Beaurevoir, documenta The Collector, de la que intentó escapar lanzándose por la ventana. No murió en ese momento, pero sí terminó gravemente herida. El jucio fue inusualmente largo, para los estándares medievales, y estuvo manipulado por la cortr inglesa. Cuando se le cuestionó sobre cómo estaba segura de que estaba obrando bajo la ‘Gracia de Dios’, la guerrera se limitó a contestar lo siguiente:

“Si no lo estoy, que Dios me ponga en esa condición; y si lo estoy, que Dios me guarde. Sería la criatura más triste del mundo si supiera que no estoy en su Gracia”.—Juana de Arco

Juana de Arco murió en la hoguera, acusada de herejía y otros crímenes de fe. Mientras las llamas la envolvía, escribieron los testigos de la época, soltó varios alaridos en la forma de “¡Jesús! ¡Jesús!”. Y cantos de su vida la sucedieron en los siglos venideros. 

Por Agencias