Osmo AI, una empresa dedicada a explorar la convergencia de la tecnología y los sentidos humanos, acaba de lograr un avance fascinante: teletransportar un olor. En su laboratorio, Osmo ha conseguido capturar y replicar la esencia de un coco, y enviarlo de un punto a otro sin intervención humana. Todo esto gracias a una combinación de inteligencia artificial y un sistema de formulación molecular. El logro marca un hito en lo que Osmo denomina «Teletransportación de olores», un proceso que abre la puerta a aplicaciones revolucionarias para la IA en campos que van desde la salud hasta el marketing.
¿Cómo funciona esta «teletransportación»? Todo comienza con un análisis de gas y espectrometría de masas (GCMS), una máquina que descompone los olores en sus componentes moleculares. Estos datos se convierten en una especie de coordenada en el “Mapa de Olores” de Osmo, una plataforma de IA capaz de predecir cómo una combinación molecular específica huele. Finalmente, estos datos se traducen en una «receta» para una mezcla exacta de moléculas que una máquina recrea, replicando el olor con notable fidelidad.
Este proceso, aunque impresionante, sigue perfeccionándose: moléculas difíciles de detectar, como los sulfuros en las frutas tropicales, exigen ajustes continuos en los algoritmos de Osmo. Aun así, cada día su tecnología avanza y se acerca a un futuro en el que oler a distancia será tan fácil como compartir una foto o una canción.
Transformar el aire en data
Este avance plantea una pregunta fundamental: ¿Qué otros usos puede tener la capacidad de convertir los olores —y el aire mismo— en datos digitales? Una posibilidad de revolucionar la manera en que controlamos la calidad del aire y detectamos contaminantes. Imaginemos sistemas de seguridad en aeropuertos capaces de detectar agentes patógenos en el aire, un avance que podría haber cambiado drásticamente la forma en que enfrentamos la pandemia de covid-19. Un sistema como el de Osmo, ajustado para identificar partículas virales o bacterianas, quizá habría podido alertar a las personas expuestas en tiempo real y reducir la propagación en espacios públicos.
Pero las aplicaciones no se limitan a los laboratorios o a los aeropuertos. Este tipo de tecnología puede también cambiar industrias como la de la higiene personal. En un futuro, no sería descabellado imaginar una app que pueda analizar el aliento de una persona y ofrecer un análisis en tiempo real. Las marcas de higiene bucal podrían desarrollar dispositivos portátiles que, conectados a un teléfono, ofrezcan datos sobre si la persona ha sobrepasado o no la ingesta de alcohol permitida para manejar un auto, por ejemplo.
El futuro del olfato digital
A medida que esta tecnología avance, surgirán debates éticos y prácticos. ¿Qué implica convertir algo tan íntimo como el olor en datos manipulables? Y si podemos “capturar” cualquier olor, ¿cómo manejaremos la privacidad y la propiedad de estos datos sensoriales? Este es solo el comienzo de un mundo donde el aire que respiramos puede ser una fuente de información en sí misma, transformando todo, desde la seguridad pública hasta la vida cotidiana. Suena a una locura, pero tal vez las formas de consentimiento y términos y condiciones del futuro nos pidan autorización para usar nuestro olor personal con fines informativos y de publicidad.
Este es un hito que redefine cómo interactuamos con el mundo sensorial y plantea preguntas profundas sobre el futuro de la IA y su papel en la vida humana. Osmo AI ha dado el primer paso, pero las aplicaciones y preguntas alrededor de esta tecnología apenas comienzan.