Sin embargo, como muestra Huyskes, la realidad fue bien distinta: en lugar de emancipar, estas tecnologías reforzaron los estereotipos de género, relegando aún más a las mujeres a su papel tradicional de amas de casa. En lugar de liberarlas, las atrapaban en un ciclo de trabajo doméstico cada vez más estandarizado e invisible: “La esperanza era que la tecnología doméstica aliviaría a las mujeres de su trabajo no remunerado en el hogar, una cuestión política en la que el movimiento feminista centraba sus luchas casi por completo en aquellos años”.

El control de los cuerpos

De hecho, en 1974, Joann Vanek mostró cómo la situación de la mujer en el trabajo doméstico no había cambiado con la introducción de la tecnología doméstica; la industrialización del trabajo doméstico y la mecanización del hogar habían creado nuevas expectativas, mayor productividad y nuevas tareas: “Lejos de sentirse liberadas, las mujeres que trabajaban en el hogar, que diaria e incansablemente realizaban todas las labores de cuidado necesarias para sostener la vida económica y política de naciones enteras, se sentían cada vez más mecanizadas, pero también cada vez más fatigadas”.

En el análisis de Diletta Huyskes, la cuestión del control de los cuerpos emerge con fuerza como uno de los nodos cruciales en la intersección entre tecnología y género: “¿Cómo puede una sociedad que durante décadas se ha basado exclusivamente en el cuerpo masculino como criterio, garantizar un trato justo en función del género? La exclusión de las mujeres de la tecnología no solamente ha significado mantenerlas alejadas de los lugares de poder, educación y creación, sino también privarlas de la oportunidad de utilizar y beneficiarse de tales innovaciones. Este modelo de exclusión, que persiste incluso después de muchas décadas, sigue siendo el modelo dominante en la gestión de la relación entre género y tecnología.

El libro también relata cómo, a partir de 1980, el grupo de investigación sobre mujeres y tecnología de la Fundación para la Investigación Científica e Industrial del Instituto Noruego de Tecnología (SINTEF), con las académicas Anne-Jorunn Berg y Merete Lie, empezó a reflexionar sobre las consecuencias prácticas de la presencia exclusiva masculina en las fases de diseño y desarrollo de la tecnología. Al principio, las preguntas se referían al impacto de las nuevas tecnologías en la vida de las mujeres. Sin embargo, a medida que avanzaba su investigación, la pregunta evolucionó hasta convertirse en: “¿Tienen género los artefactos?”.

Esto llevó a ampliar la investigación, que pasó de analizar a las mujeres a investigar el género y el diseño en general, en lugar de centrarse solamente en las consecuencias de las tecnologías. Berg y Lie descubrieron que los artefactos tecnológicos reflejan un género porque se diseñan teniendo en cuenta configuraciones de género específicas. En otras palabras, nacen con una idea clara de quién debe utilizarlos.

IA y estereotipos sociales

Autos, computadoras y smartphones son algunos ejemplos de tecnologías utilizadas tanto por hombres como por mujeres, pero diseñadas principalmente pensando en las características y hábitos del hombre medio. “El testimonio más contundente de los últimos años sobre las persistentes desigualdades de género en el diseño de lo que damos más por sentado lo ha escrito la activista y escritora Caroline Criado Pérez. Un catálogo de datos y cifras que hablan de un mundo de hombres, siendo quizá uno de los más impactantes el de los fabricantes de automóviles estadounidenses que hasta 2011 no empezaron a realizar pruebas de choque con maniquíes femeninos. Antes de esa fecha, todos los datos disponibles y las intervenciones necesarias en relación con los accidentes de auto se referían exclusivamente a cuerpos masculinos, por lo que la precisión en casos de cuerpos femeninos era desconocida”.

En el panorama contemporáneo, la inteligencia artificial representa la nueva frontera de esta reflexión crítica. Lejos de ser una tabula rasa, la IA trae consigo los prejuicios e injusticias del pasado, reflejando las mismas lógicas de poder que caracterizaban a las tecnologías anteriores: “No solo incorporan la cultura, los valores, los prejuicios durante las fases iniciales de diseño, sino que siguen alimentándose de estos insumos siempre cambiantes a lo largo de toda su existencia. En la actualidad, las nuevas tecnologías se diseñan para mantener el statu quo y perpetuar las desigualdades sociales existentes, contribuyendo a reforzar lo que la estudiosa Patricia Hill Collins denomina “la matriz de dominación“, un sistema sociológico que engloba diferentes formas de opresión como el capitalismo, el heteropatriarcado, la supremacía blanca y el colonialismo.

Por Agencias

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