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Creado: 15.09.2024 | 17:17

Actualizado: 15.09.2024 | 17:17

Sólo pasa en México. Después de años de una guerra sangrienta de Independencia, en la que se escribieron Los sentimientos de la Nación y los curas levantaron al pueblo en armas, a un general criollo se le ocurrió ser el primer emperador de México. Sucedió en 1822: después de unirse al bando de los Insurgentes, que buscaban liberarse del yugo español, el ‘Dragón de Hierro’ buscó colocarse a sí mismo la corona, como el primero de su nombre. Ésta es la historia de un imperio fallido, que acabó en fusilamientos y en la consolidación de uno de los villanos favoritos de la historia nacional.

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Agustín de Iturbide: ¿el ‘Segundo Padre de la Patria’ para México?

El general Iturbide recibe las llaves de Ciudad de México del coronel Hormaechea.Crédito: Dageno/Wikimedia Commons(Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0)

Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu fue hijo de migrantes. Nacido en 1783 en Morelia, la capital del actual Michoacán, su familia pertenecía a la nobleza de Nueva España. Aunque parece increíble, ingresó al seminario, pero abandonó el clero muy pronto y comenzó su carrera militar a muy temprana edad. Al unirse al Ejército Realista, que apoyaba a la Corona Española, dejó atrás el camino de comercio y propietarios de haciendas que sus padres habían seguido.

Hacia 1810, cuando comenzó la insurrección de Miguel Hidalgo, defendió su ciudad natal de los Insurgentes. No sólo eso: se ganó el apodo de ‘Dragón de Hierro’ por su “persecución implacable” de los independentistas, según la describe el periodista Alberto Nájar para la BBC. Aunque no existe registro fehaciente de ello, parece que Iturbide siempre tuvo en mente unirse al bando contrario, para liberar a su país de la opresión española.

Un ejemplo de la ‘Bandera Trigarante’, la primera bandera de México que diseñó Agustín de Iturbide en 1821.Crédito: Mexboxeo-bandera/Wikimedia Commons(Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0)

Una vez que Hidalgo fue detenido para ser ejecutado por los realistas, la lucha independentista necesitaba una nueva cabeza. El ‘Dragón de Hierro’ asumió el cargo, tras traicionar a los realistas y unirse a las revueltas insurgentes. En febrero de 1821, Iturbide firmó el Plan de Iguala que, según la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), fincó las bases para consumar la Independencia de México.

Fue entonces que se conformó el Ejército Trigarante, irónicamente con el ‘Dragón de Hierro’ a la cabeza, que más tarde ese año entró victorioso a la Ciudad de México. “Centenares de soldados a caballo avanzaron hacia la Plaza Mayor entre el sonido de vítores, salvas y el replique de campanas que la Catedral y otras iglesias de la zona hicieron sonar a manera de celebración”, escribe el periodista Andrés Olascoaga para Muy Interesante México. Nadie se imaginó que, poco tiempo después, el héroe independentista se convertiría en el primer emperador de México.

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El Imperio del ‘Dragón de Hierro’ duró 390 días

Placa sobre las paredes del Palacio de Iturbide, en el Centro Histórico de la CDMX.Crédito: Juan Carlos Fonseca Mata/Wikimedia Commons(Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0)

Para sorpresa de los Insurgentes, Augstín de Iturbide se auto-proclamó emperador de México: el primero en la historia del país. Un año después de haber firmado el Plan de Iguala, en febrero de 1822, se coronó a sí mismo. Vicente Guerrero y los otros insurgentes que habían luchado a su lado quedaron, verdaderamente, anonadados. Quizás, la ascendencia imperialista del ‘Dragón de Hierro’ había podido más que sus intenciones de dirigir al nuevo México hacia su autonomía.

Con un presupuesto indecible para la época, Agustín I se construyó a sí mismo un palacio en el actual Centro Histórico de la Ciudad de México, que se sostiene hasta nuestros días sobre la calle de Madero. Hoy parte del Fomento Cultural Banamex, “es una joya arquitectónica del barroco mexicano”, documenta la institución, “construido entre 1779 y 1785 por el arquitecto novohispano Francisco Guerrero y Torres”. A la manera de los monarcas europeos, mandó a hacer retratos de sí mismo con capas de armiño y una corona colmada de piedras preciosas.

Detalle de Agustín de Iturbide, Emperador de México(1822), de Josephus Arias Huarte.Crédito: Josephus Arias Huarte/Wikimedia Commons(Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0)

Fue así que Iturbide se convirtió en uno de los personajes más detestados de la historia mexicana. Bajo la máscara de villano histórico, insiste el historiador Pedro Fernández, muchas veces se olvida el hecho de que sin su participación en la lucha de Independencia, México no se hubiera separado de España:

“[…] cuando leemos su narrativa y sus documentos, vemos un hombre que, al igual que los otros insurgentes, vio los excesos de los españoles de finales del siglo XVIII y principios del XIX”.—Pedro Fernández, historiador mexicano

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¿Por qué fracasó el Imperio de Iturbide?

Traslado de los restos de Iturbide a la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México (1849), litografía de Ignacio Cumplido, publicada en el libro “Descripción de la solemnidad fúnebre con que se honraron los restos del héroe de Iguala, Don Agustin de Iturbide: en octubre de 1838” de José Ramón Pacheco.Crédito: Ignacio Cumplido/ Jaontiveros/Wikimedia Commons(Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0)

Aún con toda la pompa y lujo que tuvo a su alcance, el imperio de Agustín I no duró más de 390 días. Quizás, al militar experimentado le faltó leer el ambiente de época. Uno de los ejes de la Independencia de México, según explica Nájar para la BBC, fue la abolición de la monarquía que oprimió a Nueva España durante siglos. Era lógico que, aunque fuese héroe de la lucha insurgente, el imperio de Agustín de Iturbide fracasara.

Con un país en bancarrota, cientos de miles de decesos tras la guerra de Independencia, y varias potencias europeas con los colmillos de fuera, el Primer Imperio Mexicano llegó a su fin. No sólo eso: “Agustín de Iturbide no era político”, apunta Pedro Fernández, “no había sido educado para gobernar ni tenía experiencia”. Por lo cual, tras abdicar la corona, huyó a Europa en marzo de 1823. Sólo un año más tarde, regresó a México sólo para ser detenido.

Sucedió en el verano de 1824. Después de repatriar “entre los soldados que se encontraban presentes las onzas de oro que llevaba consigo”, Agustín de Iturbide, el ‘Dragón de Hierro’, fue fusilado frente a sus excompañeros de batalla. Según los registros de SEDENA, pronunció que “moría con gusto por morir entre ellos, que moría con honor y no como traidor”. La historia lo ha juzgado muy diferente. Hoy en día, sus restos descansan en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.

Por Agencias