Lo que es una certeza es que las haenyeo son pioneras en lo que toca al trabajo de mujeres en Corea del Sur. Han pasado su forma de vida de generación en generación, creando un linaje de mujeres independientes. Y fue esa autonomía, aunada a su gozo de vivir y su sentido del humor, lo que impactó a la directora Sue Kim cuando las vio por primera vez durante unas vacaciones de la infancia.

“Mi primera impresión fue lo geniales y fuertes que se veían”, platica la cineasta, quien ha seguido de cerca a la cultura haenyeo desde entonces. “Pero una vez que empecé a filmarlas encontré un lado distinto, que también era maravilloso, y es que también tienen un lado muy tierno, muy maternal. Tienen esta increíble hermandad y piensan en comunidad”.

Ese sentido de comunidad ocupa el centro de su documental. Es la raíz de la resiliencia haenyeo ante un futuro amenazado por factores ambientales, culturales y económicos. Por un lado, las jóvenes de la región se han sentido cada vez menos atraídas hacia este trabajo submarino, que se vuelve más peligroso con los años. Las haenyeo practican un buceo antiguo y tradicional, sin tecnologías modernas, para mantener el equilibrio ambiental. Sin embargo, debido a la desaparición de la vida marina en las capas más superficiales del océano, hoy deben sumergirse a mayor profundidad para lograr menos ingresos que antes. Estas dificultades han provocado que los números de haenyeo hayan disminuido drásticamente en las últimas décadas: se calcula que en los años 60 había aproximadamente 30,000 de ellas, mientras que hoy son solo alrededor de 4,000.

Haenyeo retirando traje de buceoChung Sung-Jun / Getty Images

“Este documental es importante para ellas”, cuenta Malala, quien acompañó el estreno del filme en el Festival Internacional de Cine de Toronto. “Después de la proyección lloraron muchas veces, porque les importa. Y han confiado en nosotras. Han aceptado compartir más sobre su comunidad. Así que creo que es muy valiente de su parte”.

“No queremos ser las últimas haenyeo

En 2023, durante el rodaje de Las últimas mujeres del mar, el gobierno de Japón anunció su decisión de descargar en el Océano Pacífico más de un millón de toneladas de aguas radiactivas, como parte del proceso para desmantelar la planta nuclear de Fukushima, destruida por un tsunami en 2011. El documental captura el momento en que las buceadoras, preocupadas por el envenenamiento del mar, deciden alzar la voz y protestar abiertamente. “Las vemos convertirse en activistas en la película, y ese activismo viene de una necesidad de auto preservación”, comenta Sue Kim. “Y no es para servirse a sí mismas. Como dice una de nuestras protagonistas: ‘nosotras somos mayores’. Se sienten responsables del océano que le heredarán a sus descendientes”.

A la lucha también se unen dos haenyeo jóvenes, quienes han sabido combinar la tradición heredada de sus ancestras con el lenguaje de su edad: la creación de contenido para YouTube. El documental muestra cómo ambas generaciones terminan por establecer vínculos poderosos de cooperación y cariño, algo que para Malala es clave en un activismo efectivo.

Por Agencias

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