Después de una noche interminable de encierro y tortura, según las escrituras del Nuevo Testamento, Jesús de Nazareth caminó a lo largo de Jerusalén para cumplir su sentencia de muerte. Y no cualquiera: la pena de cruz que, según el filósofo romano Cicerón, era el castigo “más cruel y aterrador” que podía existir. En la cima del Monte Gólgota, tras horas de sufrimiento y fatiga, se encontraría con su último aliento.
Éste es quizás uno de los pasajes bíblicos más citados en la historia de la cristiandad. No sólo eso: uno de los emblemas del catolicismo es justamente ése, el del crucifijo en el que Cristo fue ejecutado por las autoridades romanas. Más de dos milenios más tarde, millones de personas visitan el lugar donde, supuestamente, Jesús perdió la vida en Jerusalén. No sólo eso: se erigió una iglesia para congregar al Santo Sepulcro y al lugar de la crucifixión en un mismo espacio sagrado. Pero, ¿qué tan acertada geográficamente es la ubicación de este templo? Esto es lo que sabemos.
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Una muestra de barbarie
En esencia, el Gólgota pasó a la historia por ser la colina donde Jesús de Nazareth fue crucificado. La palabra se traduce del latín como ‘cabeza calva’, o ‘calavera’, documenta la Enciclopedia británica. Se le conoce así por la forma misma del monte, que los romanos interpretaban como un cráneo. Además, era el lugar designado para ejecutar públicamente a los peores criminales que atentaban contra el Imperio.
Como orador, jurista y político romano, Cicerón estaba al tanto de los múltiples castigos que el Imperio imponía a los rebeldes y criminales. Con respecto a la sentencia de crucifixión, el filósofo no escatimaba en denunciarla sencillamente como una muestra de barbarie:
«La sola palabra ‘cruz’ debería estar muy alejada no solo del cuerpo de un ciudadano romano, sino también de sus pensamientos, de sus ojos, de sus oídos».
La intención de estas muestras de violencia absoluta no eran fortuitas. Después de un juicio público, en el que los mismos romanos elegían a qué criminal ejecutar, se le sentenciaba a muerte según sus crímenes. La ejecución por cruz, reporta la BBC, era una de las más terribles, ya que el “cuerpo experimentaba una mezcla de asfixia, pérdida de sangre, deshidratación, fallas en diferentes órganos”. Por eso, estaba destinada a sólo los peores criminales: una forma de castigo ejemplar para humillar, mutilar, y asesinar frente a una horda de romanos enardecidos.
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¿Existe todavía el Monte Calvario?
Aunque cientos de miles de personas acuden anualmente al lugar donde, supuestamente, está el monte Gólgota en Jerusalén, hay investigadores que cuestionan si realmente ése es lugar exacto donde Jesús fue crucificado. En el siglo XIX, un general inglés se dispuso a buscar lo que él pensaba que era el verdadero punto donde Cristo había muerto. Y aparentemente, lo encontró. Para él, explica el grupo de estudios bíblicos English Standard Vision, “la Tumba del Jardín, un sitio justo al norte de la Ciudad Vieja de Jerusalén, era el verdadero sitio del Calvario”.
Sin embargo, es prácticamente imposible saber si cualquiera de los dos sitios es el verdadero lugar del Gólgota. Nos separan 2024 años de la ejecución de Cristo, y unos tantos más de que decenas de criminales fueron ejecutados en este lugar. La cruz, hecha de madera, seguramente se perdió en el tiempo, así como sus vestiduras y otras reliquias relacionadas a este evento histórico.
Lo verdaderamente interesante es observar cómo estos espacios siguen congregando a millones de creyentes al año. Se estima que, cada año, más de 4.1 millones de peregrinos cristianos visitan Jerusalén con el único objetivo de visitar el sitio del Santo Sepulcro, en donde aprovechan para elevar una oración frente al lugar donde ellos creen que Jesús expiró.