En los recovecos de la tabla periódica, entre los elementos que a menudo pasan desapercibidos, yacen historias de descubrimientos extraordinarios. Uno de estos relatos se entrelaza con México, su tierra rica en tesoros, y un científico visionario cuyo nombre debería resonar en los anales de la química: Andrés Manuel del Río.

¿Qué es el vanadio?

En el discreto puesto 23 de la tabla periódica se encuentra el vanadio (V), un metal blando, poco abundante y dúctil. Su presencia es fundamental en diversas industrias, destacando su papel crucial en la producción de acero. Sin embargo, lo que muchos desconocen es que este elemento tiene raíces mexicanas, una historia que ha sido eclipsada por equívocos históricos.

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Fue en el año 1830 cuando la humanidad oficialmente conoció al vanadio gracias al químico sueco Nils Gabriel Sefström, quien, explorando las minas de Svalbard, identificó un nuevo elemento. Este acto le valió el nombre de “vanadio” en honor a Vanadis, una diosa escandinava de la belleza. Sin embargo, lo que la historia oficial omite es que el verdadero descubridor no era sueco ni europeo, sino mexicano: Andrés Manuel del Río.

Nils Gabriel SefströmEspecial

El pionero olvidado: Andrés Manuel del Río

En un viaje atrás en el tiempo, nos encontramos en la década de 1820, específicamente en la mina Purísima del Cardonal en Zimapán, Hidalgo. Aquí, Andrés Manuel del Río, un científico, especialista en minerales y naturalista, descubre un mineral extraordinario que alberga lo que él considera un elemento químico sin precedentes.

Desbordante de entusiasmo, Del Río se embarca en una serie de denominaciones para su descubrimiento. Desde “zimapanio”, en honor al lugar del hallazgo, hasta “pancromio”, por la diversidad de colores del mineral, y finalmente, “eritronio”, debido al tono rojizo que las sales adquirían al ser sometidas al calor de la lumbre.

La metodología de Del Río para descubrir el vanadio fue tan única como el elemento mismo. Analizando los colores que surgían al hacer reaccionar el mineral con diferentes ácidos, como el sulfúrico, el nítrico y el clorhídrico, delineó las propiedades de un elemento que pronto se convertiría en objeto de disputa y desdén.

El escepticismo europeo y el error de Collet-Descotils

Convencido de la magnitud de su hallazgo, Andrés Manuel del Río buscó la validación de sus colegas científicos, entre ellos, el renombrado naturalista alemán Alejandro von Humboldt. Sin embargo, las dudas sobre la posibilidad de que México albergara una sustancia pura llevaron a Humboldt a cuestionar la autenticidad del descubrimiento.

En un intento por despejar las incertidumbres, fragmentos del mineral viajaron a Francia para el análisis del químico Hippolyte Victor Collet-Descotils. Este análisis, desafortunadamente, desencadenó un error trascendental. Collet-Descotils concluyó erróneamente que las muestras contenían cromo en lugar del nuevo elemento propuesto por Del Río, sumiendo al científico mexicano en una decepción comprensible.

Hippolyte Victor Collet-Descotils

La lucha por el reconocimiento: intentos fracasados

La negación europea no disuadió por completo a Andrés Manuel del Río. A lo largo de los años, colegas y defensores de la justicia científica intentaron restaurar el crédito que merecía el descubridor del vanadio.

En 1831, George William Featherstonhaugh expresó su deseo de que el vanadio fuera renombrado como “rionium” en honor al mexicano. En 1847, el historiador Arturo Arnaiz y Freg y el físico Manuel Sandoval Vallarta contactaron a la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada, proponiendo el retorno al nombre original de Del Río: eritronio. Sin embargo, ninguna de estas propuestas logró el éxito esperado.

El legado de Andrés Manuel del Río y el vanadio mexicano

Hoy, mientras el vanadio despliega su versatilidad en diversas aplicaciones industriales, es esencial recordar la historia de su descubrimiento. Andrés Manuel del Río, el pionero mexicano que vislumbró la magnitud de este elemento, merece un lugar destacado en el tapiz científico global. Su odisea, marcada por la resistencia y la perseverancia, nos recuerda que incluso en los recovecos más oscuros de la historia científica, la verdad puede brillar con fuerza propia.

Andrés Manuel del RíoCreative Commons

Por Agencias