Los mayas lo sabían. Desde hace más de 1300 años, durante el auge de su dominio en la actual península de Yucatán, los sacerdotes sabían que los cenotes formaban un sistema de agua que conectaba a todo el territorio por debajo de la tierra. Por ello, los consideraban como portales para el Xibalbá, que se traduce en la tradición maya-quiché como “el lugar del miendo”: el inframundo. Para proteger estos pasadizos sagrados estaba Tzukán: una serpiente acuática gigante que resguardaba las profundidades oscuras.

Según World History Encyclopedia, el “inframundo era un lugar realmente temible, muy asociado al agua”. En la cosmovisión maya, tenía sus propios paisajes y dedidades, sedientas de sangre. Por ello, el Xibalbá fue escenario de múltiples episodios de las épicas mayas, en las que sus héroes se sumergían a las entrañas de los cenotes a enfrentarse con estos seres oscuros. Algunos de estos pasajes estuvieron protagonizados por Tzukán. Ésta es su historia.

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Tzukán: la guardiana del Inframundo Maya

Los relatos mayas describen al grosor del cuerpo de Tzukán como del ancho de un tronco. De colmillos afilados y alas imponentes, aparece por primera vez tras una sequía que puso en peligro al Imperio. De acuerdo con los registros de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), los mayas se encomendaron a Chaac, el dios de la lluvia, para que trajera agua del subsuelo a la superficie y pudieran sobrevivir:

“Chaac montó una bestia alada y buscó el precioso líquido por todas partes, pero los lagos, ríos y cenotes estaban secos,” relata la institución. “Fatigado por la búsqueda, el Señor de la Lluvia decidió descansar un poco y se sentó sobre un tronco, pero este comenzó a moverse. La deidad y su animal se espantaron al ver que no se trataba de un pedazo de madera, sino del cuerpo de una enorme serpiente.”

Vista de un cenote en Yucatán, al suroeste de México.Jacob Owens / Unsplash

Dice la leyenda que Tzukán devoró a la montura de Chaac, por lo que el dios del agua le ordenó convertirse en su nuevo animal de transporte. De la espalda de la serpiente gigante brotó una crin reluciente, de la cual se sujetó el dios. Entonces, le ordenó: “Me llevarás al mar para traer agua a los cenotes que están vacíos, porque seguramente tú te la acabaste”.

Por más que Tzukán intentó sacudirse para que el dios del agua la soltara, no lo logró. Aún enfurecida, extendió sus alas y voló hasta el mar. Ahí, Chaac llenó cientos de vasijas de agua salada, que colgó al lomo de la gran serpiente voladora. Sorprendida por el verdor de las aguas, Tzukán quiso quedarse en el mar para siempre. Sin embargo, el dios le pidió que volver a los cenotes, para vigilar que nunca se volvieran a secar.

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¿Tzukán es lo mismo que Kukulkán?

Vista de la pirámide maya Chichén Itzá, una de las maravillas del mundo mejor preservadas en la actualidad.Mary Watson / Unsplash

Aunque ambas son serpientes imponentes de la mitología maya, Tzukán y Kulkán no son lo mismo. En términos de poderío, incluso, hay diferencias significativas. Kukulkán era una de las deidades patronas del panteón maya. Algunos arqueólogos sugieren que la figura se inspiró en un antiguo gobernante, que logró conquistar gran parte de los itzáes en los primeros años del imperio.

A nivel mitológico, sin embargo, Kukulkán es el responsabe de la creación del Universo. Como tal, se le representa como una serpiente voladora completamente emplumada. Se dice que nació en el mar, pero también podía arrastrarse a través de la tierra y entablar una conexión directa con el Sol. Por ello, los mayas construyeron sus primeras ciudades-estado en su honor, con templos inmensos para rendirle culto. Éstas son algunas de las más importantes:

• Chichén Itzá

• Maní

• Mayapán

En contraste, escasos templos se construyeron en honor a Tzukán. Esta enorme serpiente no vestía un ropaje de plumas, y aunque también era acuática, su única labor era resguardar los portales sagrados al Xibalbá.

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Por Agencias