Joel Santos dedica su vida a estudiar el cielo. A diferencia de los astrónomos, no usa un telescopio: se vale, más bien, de los registros que dejaron las civilizaciones prehispánicas en el norte de México. Se licenció como arqueólogo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), y después realizó estudios de arquitectura en la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS). “Mi enfoque ha sido el estudio de la arquitectura en civilizaciones antiguas”, comparte en una entrevista por correo electrónico a Muy Interesante México, “particularmente en la época prehispánica”. Como sinaloense, no pudo quedarse de lejos de Las Labradas.

En los últimos años, Santos se ha dedicado “al estudio del arte rupestre y a las culturas del occidente de México”. Por ello, este sitio arqueológico ha sido un intenso motivo de estudio en su carrera como investigador. Sobre todo, porque su interés por el mundo precolombino se despertó a partir de su cosmovisión y mitología, “lo cual me ha acercado de manera natural a la astronomía”, añade el especialista. Sobre el misterio del yacimiento arqueológico de Las Labradas, esto fue lo que nos dijo.

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Las Labradas: un espejo de la bóveda celeste

El sitio arqueológico de Las Labradas se encuentra en el municipio de San Ignacio, a 51 kilómetros de las playas de Mazatlán, la capital sinaloense.Wikimedia Commons(CC BY-SA 4.0)

Las Labradas “es un sitio de grabados rupestres que se encuentra en la línea del Trópico de Cáncer”, explica Santos. Recibe su nombre de las piezas de piedra basáltica que fueron intervenidas por mano humana, a manera de registros calendáricos prehispánicos. Hasta ahora, se han localizado más de 700 grabados únicos, que revelan el entendimiento que tenían los antiguos pobladores de la zona sobre la bóveda celeste y el movimiento de los astros.

A estos registros arqueológicos se les conoce como petroglifos: es decir, grabados en piedra cargados de simbolismo. Gracias a esta tecnología, los antiguos pobladores de Sinaloa pudieron registrar y predecir algunos fenómenos naturales, que les dio control sobre la agricultura y el clima. Sobre todo, porque sabían leer los movimientos de los astros en el cielo. Tan es así, imitaron la danza cósmica en estos grabados rupestres, con al menos 9,000 años de antigüedad.

Uno de los petroglifos encontrados en Las Labradas, Sinaloa.Wikimedia Commons(CC BY-SA 4.0)

De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), este yacimiento arqueológico está flanqueado “por espesos arbustos de mangle”, y se ubica “en una extensión de playa con rocas basálticas de origen volcánico”. Esos fueron los lienzos que utilizaron las culturas prehispánicas del norte para representar figuras antropomorfas, “[…] animales, plantas y figuras geométricas”. Estos registros son tan viejos que, según la institución, podrían ser incluso anteriores a la agricultura en el continente americano.

Las Labradas ha generado particular interés de la comunidad científica porque no siguen un patrón específico. Es decir, explica el INAH, algunos grabados “se concentran en grupos o conjuntos y otros están aislados”. Sin embargo, los investigadores han encontrado correlaciones con los puntos cardinales y “la cercanía con la línea imaginaria del Trópico de Cáncer”. Por lo cual, es poco probable que los antiguos pobladores hicieran los grabados de manera aleatoria: había una intención y una funcionalidad clara para cada piedra.

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Mirar el cielo desde la Tierra

Vista del cielo estrellado sobre una ciudad con contaminación lumínica.Tyler Clemmensen en Unsplash

Uno de los eventos astronómicos que más claramente quedó documentado en los grabados de Las Labradas es “el solsticio de verano en las fechas cercanas al 21 de junio” detalla el arqueólogo, “en el que el Sol alcanza su máximo ascenso durante su ciclo anual”. Esto tuvo consecuencias notables para los pobladores antiguos, ya que les permitió desarrollar un calendario agrario propio, en el que podían calcular las temporadas de lluvia.

Además de predecir el temporal, quienes desarrollaron estos registros calendáricos sabían la posición y movimientos de algunos cuerpos celestes. El más notable es Venus, que aparece representado en más de uno de los grabados basálticos. Esto demuestra la relación íntima que guardaban estas culturas con el cielo: “el ciclo anual del Sol, su correspondencia con los ciclos lunares y con planetas como Venus, fue muy significativa para las culturas prehispánicas”, apunta Santos. En muchos sentidos, rigió su vida durante siglos.

Según los estudios que ha realizado Santos de otras civilizaciones prehispánicas, este mismo interés se conservó en Mesoamérica durante milenios. “[La] mitología, cosmovisión y todos los actos de la vida [prehispánica] giraban entorno a una correspondencia cíclica”. Evidencia de ello quedó registrada “en el arte, la arquitectura, en los códices”, y otros documentos dice el especialsita. Lo más impresionante de todo es que, a pesar de que las piedras están expuestas a la intemperie y al contacto con el mar, los grabados no se han borrado.

Víctor Joel Santos Ramírez es arqueólogo egresado de la ENAH y maestro en Arquitectura por la UAS. Desde 2002, es investigador del Centro INAH en Sinaloa, y ha publicado varios libros, así como un sinnúmero de artículos en las revistas más prestigiosas del habla hispana. 

Por Agencias