Sor Juana es la primera figura clásica de las letras castellanas en México, que desde muy temprana edad llamó la atención de los hombres cultos de su tiempo por la sabiduría de sus obras, pero antes de adentrarnos en la vida y obra de Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, popularmente llamada Sor Juana Inés de la Cruz, o simplemente Sor Juana, es oportuno recordar la situación política y social previa a su nacimiento: tras el desembarco español en el continente americano -de forma consciente no lo denominaré “descubrimiento de América”-, al territorio colonizado se le llamó Nueva España (cuya capital se sitúa en Ciudad de México), impusieron un sistema de gobierno calcado a la España peninsular y anularon su identidad cultural para esclavizarlos y convertirlos al cristianismo, además, las mujeres se vieron sometidas a los hombres (éste es un hecho que marcó profundamente la personalidad de Sor Juana). El Virreinato de la Nueva España se fundó en 1535, y el dominio colonial duró hasta 1898, tras la guerra hispano-estadounidense (los últimos territorios imperiales de Filipinas, Guaján, Cuba y Puerto Rico dejaron Nació en un de formar parte del Imperio español).

Ruinas de lo que se considera fue la casa donde pasó su infancia Juana Inés, en el pueblo
de San Miguel Nepantla, Estado de México.
CARLOS ALONSO MEDINA/ SECRETARIA DE TURISMO DEL ESTADO DE MÉXICO

Durante la colonización de América, en España se vivía un momento de gran esplendor artístico y cultural. El Siglo de Oro (periodo que se sitúa entre los años 1492 -fecha de la primera expedición de Cristobal Colón- y 1681-año de la muerte de Calderón de la Barca- trajo figuras fundamentales de la cultura española, como los pintores Diego Velázquez y El Greco, o los escritores Miguel de Cervantes, Garcilaso de la Vega, Luis de Góngora y San Juan de la Cruz. Algunas de las obras más importantes de la historia de la literatura española se escribieron durante esta época, como Don Quijnte de la Mancha, Lazarillo de Tormes o La vida es suerio. Por otro lado, la figura de la mujer en general estaba relegada a un segundo plano y apenas destacaban algunas escritoras, tales como María de Zayas o Ana Caro. Sor Juana Inés de la Cruz, sin embargo, siempre hubo de disfrutar de un reconocimiento que se mantuvo en pie gracias al entusiasmo hacia su obra por parte de la sociedad colonial mexicana.

Niña prodigio

Juana Inés nació en San Miguel Nepantla (municipio de Tepetlixpa, a 70 kilómetros de la capital) el 12 de noviembre de 1648 -esta fecha es muy discutida, ya que muchos investigadores sitúan el año de nacimiento en 1651-, hija ilegítima de un militar español y una madre criolla: Pedro Manuel de Asbaje y Machuca de Vargas e Isabel Ramírez de Santillana. Tuvieron tres hijas (María, Juana Inés y Josefa María). Esta circunstancia familiar pudo influirla notablemente en su vida, ya que nunca mencionó a su padre y renegó del matrimonio. La mayoría de los datos relativos a su infancia nos los ofrece ella misma en su Respuesta a sor Filotea, texto al que nos acercaremos más adelante.

Interior de la Real y Pontificia Universidad de México. Uno de los mayores deseos de Sor Juana era entrar a la Universidad, pero ésta se encontraba sólo reservada para los hombres.MUSEO AMPARO, PUEBLA

Nació durante una etapa de gran opresión a las mujeres, que vivían con grandes limitaciones de desarrollo, ya que no podían acceder a la educación ni a la cultura. Sin embargo, Juana Inés fue una niña prodigio que aprendió a leer y a escribir a los tres años, cultivó el latín durante su adolescencia, incluso recibió muy pocas clases (probablemente pagadas por Núñez de Miranda), y se desarrolló de forma autodidacta devorando los libros de la biblioteca de su abuelo, a escondidas de su madre, quien era analfabeta.

Según algunos historiadores, la niña Juana Inés ya planeaba asistir a la universidad aun disfrazada de hombre, según otros investigadores, llegó a cometer este propósito para así entrar a las aulas universitarias.

Con ocho años se marcha a vivir a la capital al conseguir la protección de los virreyes -Antonio Sebastián de Toledo y Leonor de Carreto- tras someterla a un examen, para ingresar en las cortes, por un tribunal que quedó fascinado por las capacidades intelectuales de la pequeña Juana.

Su llegada al convento

En 1669 Juana Inés ingresa en el convento de San Jerónimo (donde reside hasta la fecha de su muerte), es una joven con un primoroso nivel intelectual que rechazaba el matrimonio y que había decidido pasar su vida en un convento porque esto le permitiría continuar desarrollándose culturalmente y evitar verse sometida a un hombre, a pesar de que en aquella época las monjas renunciaban a su propia voluntad, es decir, eran “orientadas” por un guía espiritual, en su caso era el padre Núñez de Miranda; por lo tanto, todo lo que ella escribiera debía pasar por sus ojos y éste sólo le permitía escribir poemas sacros.

En 1682 pone fin a las órdenes impuestas por el padre Nuñez y vive un momento de esplendor personal. Estos años mantiene una relación muy estrecha con la virreina María Luisa Gonzaga Manrique de Lara, condesa de Paredes —Lisi, en sus poemas– quien no sólo es amiga, mecenas y figura fundamental para la publicación de sus libros, además mantuvieron una relación de amor que provocaba en Juana Inés sentimientos de ilusión y desasosiego. A ella escribía poemas que han sido clasificados, por el ámbito eclesiástico, como poemas de amistad para ensalzar a su gran amiga, sin embargo, basta una lectura por tales poesías para encontrar una relación mucho más apasionada. Sirva como ejemplo estos versos de su poema titulado «Divina Lisi mía…» que dicen: “Así, cuando yo mía / te llamo, no pretendo / que juzguen que eres mía, / sino solo que yo ser tuya quiero“.

En pleno siglo XVII nos encontramos con el atrevimiento de una’monja enamorada de una mujer en un momento de liberación -tras romper cadenas con el padre Núñez- lo cual provoca un momento de producción literaria brillante que, además, es alentada por la virreina.

Pintura “La vocación de Sor Juana”, por Juan Urruchi.MUSEO NACIONAL DE ARTE/ INBA

Sor Juana escritora 

Y es en este momento cuando realizó una de las mayores producciones de la lírica hispana, que se publicó en 1692 con el título Primero sueño -aunque ese título no fue elegido por ella—. El Sueño, como lo conocemos actualmente, es un libro magistral compuesto por un único poema dividido en tres partes, un total de 975 versos que forman la obra cumbre de Juana Inés. Trata temas humanísticos con un vertiginoso ritmo lingüístico propio del barroco. Muchos lectores lo consideramos como su obra cumbre, una auténtica obra de arte de la lengua española.

En 1691 escribió la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, esta carta es una réplica a las recriminaciones que el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, hiciera en 1690 bajo el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz (titulada Carta de sor Filotea de la Cruz a sor Juana Inés de la Cruz, sin disimular), donde advertía que ninguna mujer debía afanarse por aprender temas filosóficos, aunque también expresaba una gran admiración por Sor Juana,  pero, al mismo tiempo, le recriminaba que ejercitara su talento en temas profanos en lugar de darse a la literatura devocional. Juana Inés escribió Carta Atenagórica -título con el que se publicó por vez primera, en 1700, cinco años después de su fallecimiento- importantísima para la historia de México, ya que es considerada el primer texto feminista hecho en América; en él se exige el derecho de la mujer a acceder a la educación y desafía los privilegios de los varones. Aunque muchos años antes ya había escrito el poema «Hombres necios», un texto en el que osaba escribir: “Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis -*.

Ambos textos reflejan el compromiso de Sor Juana por cambiar la situación de la mujer, rebelándose a su realidad social y también a su momento histórico. Unos años antes de su fallecimiento, Juana Inés dejó de escribir (esta renuncia podría ser una condena impuesta por la Inquisición), se deshizo de toda su biblioteca y vivió sus últimos años aislada -y, sorprendentemente, dedicada a renovar sus votos—, sin la protección de la que había disfrutado. Murió a los 43 años, el 17 de abril de 1695, víctima de la misma epidemia que acabó, paradójicamente, pocos meses antes, con la vida del padre Núñez.

Fachada del ex- convento de San Jerónimo, Centro Histórico CDMX. Fundado en 1585, ahí pasó 27 años Sor Juana Inés.MANUEL ARRUBARRENA LUNA

Encontramos en Sor Juana Inés de la Cruz a una joya del barroco, a una escritora asombrosa con un exquisito uso del lenguaje y unas capacidades líricas inusuales, pero además, encontramos en ella a una mujer comprometida con la sociedad, que luchó por los derechos de las mujeres con una valentía insólita para esa época.

Por Agencias