Todos nos encontraremos, cara a cara, con el Señor de los Muertos en el Mictlán. Sin excepción, según la cosmovisión mexica, las almas tendrían que enfrentarse con Mictlantecuhtli, el sombrío gobernante del inframundo. El reino de los muertos, sin embargo, no se consideraba como un destino final, o el lugar en donde todo terminaba. Por el contrario, para los mexicas era un espacio de retorno después del transitar terrenal.

A diferencia de la tradición judeocristiana, la muerte no representaba un final para los mexicas y las culturas nahuas. Una vez que el cuerpo se desintegraba, el Mictlán recibía al espíritu por el resto de la eternidad. Pero, ¿en dónde está el Reino de los Muertos? Y, desde la experiencia contemporánea, ¿es posible llegar a él? Aquí te contamos todo lo que sabemos.

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Mictlantecuhtli, el gran señor de las sombras

Detalle de una calavera colosal de fibra de vidrio, en el marco de la muestra ‘Mexicráneos’ en 2021, exhibida a lo largo de Paseo de la Reforma, en la CDMX.Andrea Fischer

En la mitología mexica, los muertos no iban a un solo lugar. Quienes morían ahogados, se dirigían al Tlalocan: el reino de Tláloc, el dios de la lluvia. Aquellos que perdían la vida en batalla, o dando a luz, se iban a la morada del Sol. Sin embargo, si se tenía una muerte convencional, lo más seguro es que fueran a parar a los dominios de Mictlantecuhtli.

Según documenta la revista UNAM Global, a cargo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el señor de los Muertos fue creado en el Omeyocan, el equivalente al Paraíso mexica. Huitzilopochtli, el dios de la Guerra, y Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, lo pergeñaron para gobernar el reino de las sombras. Específicamente, para que los seres humanos valorasen más la vida: “¿cómo valorar la luz sin la sombra?”, se cuestiona el medio.

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¿Qué es el Mictlán y cómo se llega ahí?

Detalle de una calavera colosal de fibra de vidrio, en el marco de la muestra ‘Mexicráneos’ en 2021, exhibida a lo largo de Paseo de la Reforma, en la CDMX.Andrea Fischer

Mictlantecuhtli tenía dos rostros, dos facetas. Además de ser el dios de la muerte, también era el dador de vida. Los mexicas no consideraban que estos conceptos fueran contradictorios, sino que dependían uno del otro: como dos caras de la misma moneda. En la mitología, se justificaba esta dualidad con el pasaje en el que Quetzalcóatl derramó su semen sobre los huesos molidos que pavimentan el suelo del Mictlán. Fue así como se crearon los seres humanos.

Para llegar al inframundo mexica, las personas tendrían que descender de cabeza. Es decir, bajar desde la superficie de la tierra hasta las sombras. “La forma más rápida de bajar [para los mexicas]”, explica la UNAM, “era aventándose de cabeza”. Por ello, cuando los invasores europeos se encontraron con este entendimiento del mundo, lo tradujeron como “infierno”, y a Mictlantecuhtli, como “el diablo”. No tenían forma de saber que, incluso ellos, al dar su último aliento se encontrarían con el Señor de los Muertos.

Una típica ofrenda de Día de Muertos, en los que se aprecian los tres niveles de existencia: plano celestial, plano terrenal e inframundo.Roger Ce / Unsplash

A pesar de la lectura errónea que le dieron los colonizadores a la cosmovisión mexica, el culto a Mictlantecuhtli y la creencia en el Mictlán no perecieron. Por el contrario, muy pronto encontraron su camino para mimetizarse con las creencias venidas de Europa. En las iglesias católicas se empezaron a montar ofrendas de muertos durante la época colonial, con copal, flores y sahumerios precolombios.

Todos ellos eran considerados como elementos profanos. Sin embargo, el proceso de sincretismo que se vivió en el actual México permitió que ambas tradiciones dialogaran entre sí. Los cantos fúnebres cristianos se empaparon de los ecos mortuorios prehispánicos, que seguían mirando a la muerte como una celebración, más que una condena. Fue así como nació el tradicional Día de Muertos, que se celebra en la actualidad durante el mes de noviembre.

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El Mictlán está en las calles

Calavera de papel maché, realizada para las festividades de Día de Muertos en noviembre, según se vive en la CDMX.Mario Rodriguez / Unsplash

Hacia las últimas semanas de octubre, las calles del centro y sur de México se encienden con el fulgor del cempasúchil, una flor tradicional que, según la tradición prehispánica, conduce a las almas de los muertos para visitar a sus familiares aún vivos. Ése es el centro de la celebración de Día de Muertos: una nueva oportunidad, año con año, de honrar a quienes ya trascendieron, y reunirse con sus espíritus una vez más.

Por eso, también, se les colocan sus platillos favoritos, veladoras con motivos cristianos y otros elementos que ayuden a las almas a reencontrarse con sus seres queridos. Pero, ¿en dónde está el Mictlán en todo esto? En la tradición actual, la idea del retorno de las almas hace un guiño directo a la relación celebratoria que los mexicas guardaban con la muerte.

Mictlán-MexicaSalvador Altamirano / Unsplash

Además de festejar un reencuentro con sus seres queridos, las personas ponen calaveritas de dulce en sus altares de muertos. Generalmente, estas estructuras tienen tres niveles:

El más alto, que corresponde al Omeyocan (o el Paraíso)

El intermedio, que representa el tránsito por la vida terrenal

El más bajo, que hace alusión al Mictlán (o el infamundo)

Aunque estas prácticas se alejan de cómo se vivía el culto a Mictlantecuhtli en la época precolombina, la esencia del rito prevalece. Particularmente en el carácter festivo y cultual que se tiene a la muerte, aún hoy. Tal vez, el Mictlán se encontraba por debajo de la tierra durante el Imperio Mexica. En la actualidad, se vive en las calles. 

Por Agencias