“Yo sigo mandando emails a mis amigos de la Casa Blanca pidiéndoles que convenzan al presidente de que se vaya, aun a sabiendas de que no me van a responder. Esto me está costando buenas amistades”. Con esas palabras resumía un demócrata que conoce personalmente a medio Gobierno de EEUU -fue incluso compañero de clase de alguno de sus miembros- la perspectiva de los cada vez más numerosos críticos de la candidatura de Joe Biden a la Casa Blanca.

Pero, pese a la ausencia de respuesta, Joe Biden podría estar empezando a ceder. Al menos, ésa es la tesis del medio que más ha hecho para que se vaya, que no es ninguna televisión o web republicana, sino el diario al que más se identifica con el Partido Demócrata en EEUU: el ‘New York Times’. Esta madrugada, el periódico informó de que Biden está considerando la posibilidad de retirar su candidatura, aunque todavía no ha tomado una decisión al respecto y podría muy bien decidir que sigue. Biden está en su domicilio personal de Delaware, en aislamiento, tras haberle sido diagnosticado Covid-19. El presidente hasta la fecha se había negado a considerar la mera posibilidad de retirar su candidatura, que abriría un proceso – posiblemente caótico – del Partido Demócrata para encontrarle un reemplazo a solo tres meses de las elecciones.

Además, otros medios apuntan a que la renuncia podría llegar pronto: el portal Axios indica que algunos altos cargos demócratas creen que Biden podría poner fin a su campaña este mismo fin de semana y la cadena CBS, que cita a dos legisladores demócratas, apunta a que la polémica podría resolverse en los próximos tres o cinco días.

Por su parte, la expresidenta de la Cámara Baja de Estados Unidos, Nancy Pelosi, aseguró a algunos congresistas de su partido que Biden podría ser convencido pronto de abandonar la candidatura para las elecciones de noviembre, según The Washington Post. El diario, que cita a tres oficiales demócratas informados sobre las conversaciones privadas entre Pelosi y Biden, indica que la legisladora ha adoptado un papel discreto y fuerte como intermediaria entre los dirigentes del Partido Demócrata y el presidente, que afronta cada vez mayores presiones para dar un paso atrás.

La situación del frente de guerra es el siguiente: la práctica totalidad de los sectores más poderosos del Partido Demócrata -con la salvedad, curiosamente, del ala de izquierdas, que hasta ahora había sido la más crítica con Biden por su centrismo y su apoyo a Ucrania y, sobre todo, a Israel- quieren que se vaya. Entre ellos está Barack Obama, que ha dejado de hacer ‘labor de zapa’ en la sombra para expresar sus dudas sobre la viabilidad de la reelección del presidente. Según ‘The Washington Post’, ha dicho a personas de su entorno que debe considerarel futuro de su candidatura.

Pero Obama es un hombre del pasado, y más en la política de EEUU, donde el poder de los ex presidentes -con la excepción, como siempre, de Donald Trump- desaparece en el instante en el que salen de la Casa Blanca. Más grave para Biden es que el líder de la mayoría demócrata del Senado, Chuck Schumer, y el de la minoría de ese partido en la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, le han transmitido el temor de que su baja popularidad tire a la baja de los candidatos demócratas a esos dos cuerpos legislativos. Así, el Partido Republicano podría hacerse con el control de la Casa Blanca, el Senado, y la Cámara de Representantes.

La crisis ha entrado en una nueva fase con el anuncio de que Biden tiene Covid-19 y su retirada temporal de la vida pública, y con el contraste entre la exhibición de culto a la personalidad de Donald Trump de la Convención Republicana con lo que los defensores de la candidatura del presidente llaman “un pelotón de fusilamiento circular”, es decir, en el que la final los ejecutores no solo ajustician al condenado, sino que, de paso, se matan los unos a los otros. En otras palabras: un caos en el que nadie va a ganar.

El análisis de los críticos no es solo por el miedo a perder las elecciones, sino por el convencimiento de que éstos son unos comicios fáciles de ganar si Biden no fuera el candidato. Según esa teoría, cualquiera que tenga sus facultades mentales bien puede llevarse la victoria. Para cementar esa idea, usan las estadísticas. Pese a la paliza que Trump propinó a Biden en el debate, solo logró adquirir una ventaja de tres puntos en las encuestas en promedio, lo que se sitúa dentro del margen de error. Tras el intento de asesinato contra Trump del sábado, la distancia de éste se ha estrechado, hasta uno o dos puntos, según un sondeo de la consultora Morning Consult.

Claro que los defensores de Biden usan esas mismas cifras para defender la permanencia de éste: si después de un intento de golpe y una guerra civil en el partido, el presidente sigue pegado a Trump, ¿por qué abrir un vacío político sin precedentes en 168 años y tumbar a un candidato en vísperas de su coronación?

El otro bando en el frente es el núcleo duro de Biden. Son pocos, pero, precisamente por esa razón, pueden formar un ‘anillo protector’ alrededor del presidente. Ahí está la persona más influyente en la vida de Biden, su esposa Jill, que es quien le animó a presentarse a la reelección, y a la que muchos consideran la verdadera jefa de gabinete de la Casa Blanca, sobre todo después de que Ron Klein -la verdadera ‘mano derecha’ del presidente- dejara el cargo tras el fallecimiento de su madre en 2023.

Por Agencias

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