La Ciudad de México alguna vez estuvo rodeada por lagos. Cuando los mexicas llegaron a la tierra que les había prometido Huitzilopochtli, se establecieron en un islote al centro del valle. Coroando por volcanes y montañas majestuosas, fundaron ahí su capital imperial. Fue ahí, también, donde desarrollaron un estilo urbano único en la época, para la ciudad-estado más poderosa de toda Mesoamérica. Este espacio les perimitió crear sus propias herramientas para estudiar el cielo, la tierra y todo lo que existe en medio de ellos. Algunos de estos inventos mexicas se conservan hasta la época contemporánea. Aquí te contamos cuáles son y de dónde vienen.

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Chinampas

Vista de una chinampa contemporánea, cuya tradición se conserva en la Alcaldía de Xochimilco, miles de años más tarde.Photo Beto/iStock

México-Tenochtlitlan se fundó sobre un islote. Bajo la influencia innegable del pueblo xochimilca, que se convirtió en el proveedor principal de alimentos de la capital, los mexicas exponenciaron el uso de las chinampas: unos islotes biosustentables hechos de malesa, lodo y tierra. Aunque no fue un invento propiamente mexica, la realidad es que ellos fueron los que hicieron del sistema chinampero el sostén de la vida imperial.

Principalmente, documenta el Museo del Templo Mayor en la Ciudad de México, porque “les permitió una producción agrícola intensiva, la construcción de casas y edificios en estos terrenos ganados al lago”. No es de sorprenderse que, al llegar a Tenochtitlan, Cortés la describiera como la ‘Venecia del Nuevo Mundo’: así de extenso era el sistema de canales que, además de acarrear agua para los cultivos, les servía como arterias viales a través de la ciudad.

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El calendario

Vista frontal de la Piedra del Sol (o calendario azteca), uno de los inventos mexicas más notables en la antigüedad, exhibido en el Museo Nacional de Antropología (MNA) de la CDMX.MNA/Sasha Isachenko/Wikimedia Commons(Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0)

Los mexicas tenían control del tiempo por medio de los astros. Por ello, también, funcionaba el sistema agrícola de las chinampas. “Para erigirse en la capital del poderoso imperio que conocieron los conquistadores”, explica la autora para Arqueología Mexicana, “sus habitantes tuvieron que aprender a dominar su entorno, logrando así explotarlo de manera económica, política y religiosa.”

El mejor ejemplo de este control está en la Piedra del Sol, o calendario azteca: un monolito gigantesco, de 24 toneladas, encontrado en el lado Sur de la Plaza Mayor de la antigua Tenochtitlan. De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), “representa el mito de los cinco soles, con el nahui ollin y el rostro de Tonatiuh, dios del Sol, en su centro”.

Tzompantli, el antecedente al altar de Día de Muertos

Tzompantli asociado al Templo Mayor, Códice Ramírez (1585).Juan de Tovar/Biblioteca John Carter Brown/Wikimedia Commons

‘Tzompantli’ es una palabra compuesta de dos términos: ‘tzontli’, que se traduce como cráneo, o cabeza; y ‘pantli’, hilera. Generalmente, escribe la antropóloga Yolotl González Torres para Arqueología Mexicana, “variaban de tamaño y en los códices sólo son representados con dos varas y un cráneo”. Esto sugiere, según las excavaciones arqueológicas en sitios mexicas, que podrían ser pequeños. La única excepción que se conoce es el Huey Tzompantli del Templo Mayor, una torre de dimensiones monumentales que apila miles de cráneos.

Se sabe, explica la especialista, que en Tenochtitlan “había siete de estas construcciones, asociadas con siete diferentes dioses”. Visto de otra manera, escribe el especialista en Letras Hispánicas Juan Bárcenas, “el tzompantli era un espacio para la muerte”. Este invento mexica cambió de rostro durante la época colonial, y se transformó en el altar de muertos: en lugar de usar cráneos humanos, se empezaron a emplear calaveras de azúcar y chocolate. Estos resabios prehispánicos uún hoy se ven en las casas mexicanas durante las festividades de noviembre.

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Rojo de grana-cochinilla

Un molcajete y mortero, empleados para extraer el color rojo de la grana-cochinilla.Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural

Pocos rojos son tan intensos como el de la grana-cochinilla, que se empleó en el Periodo Clásico (circa 200 a.C.-900 d.C.) para darle vida a los murales y templos en los centros ceremoniales. Tanto en actual estado de Oaxaca como en la capital mexica, se desarrolló “un método de crianza de un insecto parasitario del nopal para obtener un pigmento rojo intenso”, documenta la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural de México.

A este color se le conocía como nocheztli, o ‘sangre de tuna’, y era “uno de los tributos que los aztecas exigían a este pueblo dominado por ellos”, explica la institución. Sobre todo, porque era un elemento fundamental para teñir sus vestimentas y las paredes de sus edificios. Se sabe, incluso, que los artistas europeos se peleaban por conseguirlo, por la profundidad y vivacidad del tono. Este método milenario se sigue empleando en la actualidad, en la producción textil tradicional de varios estados de México.

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Un sistema de educación universal y obligatoria

Mujer aprendiendo a tejer, bajo la instrucción de su maestra, representada en el Códice Mendocino (1540).CCH

Los mexicas tenían claro que, para perpetuar su dominio imperial, tenían que educar a las generaciones más jóvenes. Por ello, desarrollaron el sistema de educación Calmecac donde, según el portal académico del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), “se vigilaba con esmero la conducta de los jóvenes”. Se trataba de un sistema completamente dependiente de los templos sagrados, en donde había un método de enseñanza diferenciado.

Es decir, a las niñas se les educaba para atender las labores domésticas, así como para criar a sus familias. De hecho, también podrían entrar a clases de canto, poesía, joyería y música. A los niños, por su parte, se les instruía para ocupar cargos políticos, militares o religiosos. También podían especializarse en escrituar de códices y arte plumario, según la tradición de su familia. El sistema era muy estricto y rígido, ya que la educación se le ofrendaba a Quetzalcóatl. Todas las personas a partir de los 12 años deberían de ingresar al sistema educativo que, además de ser gratuito, era universal para las y los mexicas.

Por Agencias