Por Roxana Fragoso

«A la ficción tienes que atarla a la realidad con un hilillo invisible,
y a la realidad permearla de fantasías de tal manera que ni su madre la reconozca”
Miguel Méndez El circo que se perdió en el desierto de Sonora

En estos últimos años he tenido una fascinación, quizás algo romantizada, por la frontera norte. Desde una mirada académica, la cultura chicana significó un objeto de estudio latente que sólo se había quedado en la teoría. Desde el boom de la literatura chicana con autores como Miguel Méndez tras la publicación de Peregrinos de Aztlán (1974), hasta la emergencia de autoras como Gloria Anzaldúa con Esta puente mi espalda (1979) y Sandra Cisneros con La casa de Mango Street (1984) se ha usado el conflicto identitario de aquellos pasajeros entre la cultura anglosajona y mexicana.

Esta introducción sirve de pretexto para narrar brevemente la experiencia personal de conocer el otro lado de la Heroíca ciudad de Nogales. Dentro de las Jornadas de Crítica y Literatura que se aventuraron a planear los organizadores de Las Fiestas de las Flores, realizadas del 20 de abril al 5 de mayo, se llevaron a cabo diversos talleres y presentaciones litearias en esta ciudad. Alguna de ellos fueron el taller de “Reconstrucción de Hechos y Desechos Taller de Crónica Literaria” impartido por Miguel Ángel Avilés quien aprovechó la ocasión para presentar su colección de relatos Retratos de lo Simple; también, se dio un taller de fabricación de libro artesanal por parte de Elena Vega. Para los más pequeños, se realizaron talleres de catarinas por Ericka Noriega y un taller de escritura titulado “Tiempo de Bookis” por Clara Luz Montoya. Casi al término de dichas jornadas, Lorena Enríquez llevó sus conversaciones por la paz, un taller de Fomento a la lectura y escucha activa a los alumnos del Cetis 128 y por mi parte, asistí al Cecytes 1 con el taller “Cómo se Construyen Historias: Lectura y Análisis de Narrativa Contemporánea”. Dentro de los más de 40 alumnos, pude observar un nicho de jóvenes ávidos por conocer más acerca de la literatura contemporánea. Me pareció buena idea realizar un ejercicio que ya había practicado con alumnos de universidad a través de la lectura de un capítulo de La casa de Mango Street de Sandra Cisneros, que por lo que he visto se ha utilizado dentro de los programas de Literatura en el sistema anglosajón. El ejercicio consitió en leer acerca del personaje de Esperanza Cordero y cómo su nombre arrastra esa herencia de las mujeres de su familia. Así, en pocos minutos los alumnos escribieron sus historias personales de aquel signo que más que nombrar, les da una identidad. Los ángeles, las abigailes, las valerias compartieron, algunos con pena, otros como una tarea más, sus peculiaridades.

Por la tarde del viernes 26 de abril, el escenario del muro fronterizo en la calle Elías abrió con una plática con la escritora Sylvia Arvizu para después dar lugar al festival Border bloom con diversas presentaciones musicales. Pero más que hacer un enlistado de las actividades realizadas, quisiera regresar un poco al sentido de estas breves letras. A pesar de estar solamente un par de días en Nogales, sirvió de experiencia para ver cómo los agentes culturales fuera de la capital sonorense hacen un gran esfuerzo por mantener un intercambio de artistas locales y de la región. Considero que mantener vivos estos festivales de gran tradición es importante para dar a conocer a voces emergentes tanto en la literatura como en otras disciplinas. Y para cerrar un poco, me permitiré también agradecer el haber podido conocer la Casa de la Misericordia y de Todas las Naciones, un proyecto de Borderlinks AC. México que, gracias al esfuerzo de Cruzando Fronteras y de aquellos “héroes sin capa” como nombró una compañera, se dedican a crear un espacio seguro en donde diversos migrantes obligados por las circunstancias en condición de vulnerabilidad pueden ejercer libremente su cultura y crear lazos familiares. Con el pretexto de crear más lazos de vinculación, afirmé como el epígrafe de esta columna que la ficción está hilada de manera invisible a la realidad.

Subimos a la colonia Bella Vista para adentrarnos a este espacio seguro que creó Lika y su hermana en tiempos de pandemia. Había risas, niñas corriendo y saludando de manera alegre. El horno ya estaba encendido y habían preparado pizza para la cena. La Casa de la Misericordia además de tener un huerto, su escuelika, también está ilustrada con murales con frases para recordar la importancia de sabernos como unos peregrinos “El mejor lugar para vivir es donde no tienes miedo de nadie y de nada, donde puedes corres sin miedo y no correr por miedo…” Esperemos que el miedo desaparezca pronto.

Por Agencias

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *