Un intercambio de 500 cartas entre el director Rodrigo Reyes, quien fue su intérprete en el juicio, y el colimense sentenciado a cadena perpetua, sirvieron de base para «Sansón y yo»
Sansón Noé Andrade toma la llamada desde un reclusorio ubicado a las afueras de la ciudad de Los Ángeles, donde cumple sentencia de cadena perpetua, para hablar de su “debut” en cine.
“Gracias por el interés”, dice a EL UNIVERSAL este colimense de 34 años, antes de iniciar una conversación que, en varias ocasiones, será interrumpida por una grabación en inglés, advirtiendo que el número es monitoreado.
El entrevistado, con carácter de indocumentado, fue sentenciado en 2012 por los delitos de homicidio, intento de homicidio, uso de armas y participación en una pandilla criminal, luego de haber estado presente en un conflicto entre pandillas en el que estuvo involucrado su entonces cuñado, menor de edad.
En las tres semanas previas al fallo conoció y trató a Rodrigo Reyes (499), entonces un cineasta en ciernes, quien como una forma de ganarse la vida comenzó a trabajar como intérprete, y se lo habían asignado.
Fue Reyes quien tuvo la misión de traducirle la decisión del juez.
“Fue la última persona que miré antes de que me llevaran a la cárcel”, recuerda Sansón.
Semanas después recibió una invitación del propio Reyes —quien dijo haberse dado cuenta de la injusticia de la sentencia—, para hacer una película.
No sería fácil, porque las autoridades angelinas negaron cualquier contacto aduciendo que sería un premio para el preso.
“Me quedé impactado por la violencia institucional que estaba viviendo”, señala Reyes, “era ver el trato a migrantes que no hablan inglés y que creen que su palabra les va a valer para que les crean, El sistema no le dio la oportunidad”.
Entonces inició un largo y nutrido intercambio de cartas (más de 500) entre ambos, las cuales servirían de base para Sansón y yo, un largo documental que estrena este viernes en la Cineteca Nacional, para luego continuar con corrida en el circuito cultural mexicano.
“Fue una sorpresa, pero pensé que era lo mejor para mantenerme ocupado, para salirme de lo regular y más cuando estaba en un lugar donde no nos daban llamadas, ni nada (como presos), al que le llaman el hoyo”, narra Sansón.
“Él (Reyes) me hacía preguntas y eso me ayudaba a abrirme un poquito más con mi historia y con el propósito de crear un poco de conciencia también, en el sentido de que se mirara un poco lo que pasa a migrantes y cuando uno viene desde abajo y no tiene mucho chance en el mundo, algo que pasa mucho”, añade.
¿Pero cómo filmar su vida, que incluye la muerte prematura de sus padres en su tierra natal y su llegada a Estados Unidos cuando apenas era un niño?
El cineasta Rodrigo fue a Tecoman, pueblo natal de Sansón, y ahí conoció a su familia.
La solución fue fácil: su tío haría de su padre; su hermana, de su madre; sus sobrinas de sus hermanas y su sobrino, de él de pequeño. El actor natural Gerardo Reyes encarna al propio Sansón en cámara.
“Cuando se dan cuenta de lo que se iba a contar, comenzó un conflicto —narra el director—, era poner que la abuela le pegaba y ellos decían que le bajáramos a eso, pero mi compromiso era con Sansón, que tuvo el valor de contarlo. A pesar de no ver a Sansón en la pantalla, sí vemos sus emociones y sus recuerdos”.