“Hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos,
y hay impíos a quienes acontece
como si hicieran obras de justos” (Eclesiastés 8:14).
En 2017, con 19 años y grandes sueños, emprendí el viaje más introspectivo de mi vida. Mi peregrinación a Tierra Santa cambió mi perspectiva del mundo. Los lugares sagrados transformaron mi existencia y me acercaron a la contemplación de lo divino. Mamé las raíces de un personaje que ha partido la historia en dos. Conocer a Jesús de Nazaret me afectó profundamente. Me sentí tocado por la divinidad.
En esa semana de turismo religioso, mi fe alcanzó un estado interior que nunca he vuelto a experimentar y que he seguido buscando desesperadamente. La eterna Jerusalén me impactó tanto que la recuerdo con exactitud. Las descripciones de la Biblia sobre la tradición judeocristiana se quedan cortas al estar en el lugar en donde convergen el paraíso y el infierno.
Guerras, milagros, rebeliones, sacralidad, profanidad eso y más experimentas en tu interior al visitar el país que hoy está en guerra. El fenómeno político de lo que hoy llamamos Israel es impactante. Las tres religiones monoteístas más importantes de la historia consideran ese lugar como algo sacro. El estilo de vida tripartito no existe en ningún otro lugar del universo –lo más parecido lo he encontrado en Turquía–. Entre el barrio judío, árabe y cristiano respiras tensión. En cada calle te empapas de estas tres culturas que son pilares de nuestra sociedad.
Querido lector, en el mismo espacio en el que se encuentra el Santo Sepulcro está el Muro de los Lamentos y, edificado encima de lo que alguna vez fue el templo de Jerusalén, se encuentra la tercer mezquita más importante para los musulmanes, Al-Aqsa, se dice que de ahí el profeta Mahoma ascendió al cielo.
La síntesis del Corán y la Biblia están en los dos países –reconocidos por algunos, ignorados por otros– que ocupan esas tierras: Israel y Palestina. Una región en conflicto por miles de miles años. Babilonios, egipcios, filisteos, romanos, judíos, cristianos, árabes y un sinfín de pueblos han luchado con armas por diversos motivos en esa región. El debate histórico está en a quién le pertenecen esas tierras.
La ocupación árabe de esa región perduró hasta la modernidad, fue el 14 de mayo de 1948 cuando Israel se declaró un estado independiente. La distribución del nuevo orden mundial, posterior a la segunda guerra, logró dividir las tierras para que los aliados crearan, en pro de los judíos, lo que hoy conocemos como el país de Israel. Los aliados más cercanos de esta reciente nación son Estados Unidos y Reino Unido, los ganadores de la guerra. Palestina, en alianza con naciones como Egipto, Jordania, Arabia Saudita y Siria, no desertó por completo, lo que ocasionó que la tierra se dividiera.
Para mantener su existencia los palestinos entablaron diversas pequeñas guerras entre Israel y las naciones árabes, con ellas lograron desistir y adquirir territorio para debilitar a Israel. La más emblemática de esas guerras se llevó a cabo en 1973 en el denominado conflicto de Yom Kipur. Árabes liderados por Egipto y Siria atacaron Israel en una de las fiestas religiosa más relevantes para los judíos. Posteriormente los enfrentamientos no cesaron, pero fue hasta el 7 de octubre de este año que un grupo antisemita, sunita y radical cruzó la línea y volvió a atacar con fuerza sembrando terror en contra de los israelitas e iniciando una guerra en una de las zonas más conflictivas y con más intereses del mundo.
Hamas es una agrupación política, declarada como grupo terrorista por gran parte de las naciones de occidente, que desde 2007 controla Gaza. En Gaza habitan judíos, cristianos y árabes. Reconocida como parte de Palestina, es una de las zonas con mayor densidad poblacional en el mundo. Los conflictos en ese territorio no han cesado. Desde que Hamas gobierna, las tensiones han aumentado. Hamas es uno de los grupos árabes que habitan en Palestina, existen más. Aliados de Irán, su filosofía social y política es recuperar todo Israel. Algunos expertos han señalado que los ataques realizados se debieron a los avances de acuerdos entre Arabia Saudita e Israel, Irán molesto con la alianza, se apoyó en Hamas para sembrar inestabilidad en la nación con la finalidad de impedir una alianza que se ha trabajado desde el mandato de Trump y que fortalecería a Israel. No todos los palestinos aprueban a Hamas, algunos detestan a este grupo radical creado en 1987. La versión de Hamas sobre la iniciación de la guerra es poco creíble, estos palestinos reclaman que Israel ha violentado los derechos de sus ciudadanos en los últimos años y, además, han profanado la histórica mezquita de Al-Aqsa. Esas razones han sido consideradas sin fundamento porque no parecen justificar ataques de esa magnitud que le han costado la vida a más de 700 israelitas.
El presidente, Benjamin Netanyahu, respondió declarando la guerra de forma inmediata. La política en Israel en los últimos años ha sido inestable, el gobierno ha enfrentado diferencias internas y el mandatario ha sido acusado de corrupción. Hamas aprovechó la división interna que vive la nación para atacar. Es importante señalar que estamos viviendo un momento histórico en el que el mundo está sumido en cambios geopolíticos no vistos desde hace décadas. La pérdida de poder de Estados Unidos, la guerra en Ucrania y el intento de renacer por parte de los rusos, el fortalecimiento de China y su militarización de la frontera en Taiwán, el crecimiento del euroescepticismo en la Unión Europea, el empoderamiento y el aumento de riqueza en las naciones árabes, el mundo está en crisis porque las instituciones que prometieron mantener un orden mundial se están viendo sobrepasadas. Hamas aprovechó todas esas circunstancias para atreverse a lo impensable, iniciar una guerra en contra de Israel intentando, no el reconocimiento mundial de Palestina, sino la finalización del estado reciente de Israel.
Los miembros de Hamas han lanzado una convocatoria a las naciones árabes para que los apoyen en esta guerra que posiblemente se alargue y le cueste muchas vidas a la humanidad. La agrupación extremista está convencida de que pueden ganar, empezaron, estratégicamente hablando, con el pie derecho porque sorprendieron a una de las inteligencias militares más desarrolladas del mundo. La consternación por parte del gobierno de Israel viene de un sentido de fracaso: ¿cómo no pudimos prevenir esos ataques contando con nuestra innovadora industria militar? Estados Unidos, para reforzar a su gran aliado, ha enviado millones de dólares y herramientas de todo tipo con el objetivo de fortalecer al ejército israelí que buscará eliminar por completo a Hamas.
Tierra Santa ha sido atacada de nuevo porque los conflictos nunca han cesado. Recuerdo con detalle que, en mi visita a esa hermosa región, la relación entre árabes y judíos era enfermiza. Nuestro grupo contaba con un guía argentino de raíces judías, al querer ingresar a Belén (región controlada por palestinos) para visitar el lugar del nacimiento de Jesús, la agencia de viajes tuvo que intercambiar al guía, Mario, nuestro guía, se bajó del camión con el chofer e ingresaron dos árabes que los suplieron porque en la frontera palestina no es permitida la entrada de judíos. De esa magnitud es la rivalidad histórica entre esos pueblos –ya lo había expresado y profetizado en 1993 en su tesis el Choque de las civilizaciones, el teórico político Sam Huntington, cuando expresaba que las nuevas guerras serán por las diferencias entre culturas–.
Parece que la tierra que le da fundamento a las tres grandes religiones del mundo nunca estará en paz. A pesar de su relación con lo divino, esa región refleja más lo humano. La naturaleza conflictiva del hombre hace de ese paraíso terrenal un infierno para los inocentes. Cristo ya se lo había reclamado a esa tierra derramada en sangre : “¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no habéis querido!”(Mt, 23:17).
Con Información de El Sol de Hermosillo