En un escena que parece sacada de una tira de periódico – un cómic pequeño, no un pedazo de papel -, una niña discute enérgicamente con un loro. Y es que el ave, cuando ella pasaba frente a su jaula, la ha insultado. Le ha dicho “tonta”.

¿Cómo se atreve este pajarraco tan grosero a decirle así? La respuesta de la niña, más desde un corazón ofendido que de una mente de frío pensamiento, es adecuada, igual de mordaz, “más tonto tú”. El loro, incapaz de ser ofendido por un insulto así, simplemente redobla en esfuerzo “tonta, tonta”. La niña se indigna aún más, porque si hay algo peor que te ofendan es que lo hagan al doble.

Y así continúan ave y humana por uno o dos minutos más hasta que el padre de la niña se acerca para pedirle a su hija que dé la batalla por perdida, aunque es gracioso verlos discutir tiene que aceptar la derrota.

El loro, al ver a semejante humano acercarse, vuelve su atención al padre y le lanza un silbido, de esos que están reservados para la gente atractiva. Ahora sí, la derrota de su hija es inevitable, para qué discutir con un animal que te dice guapo, “¿ya ves, mija? El lorito no es malo y tiene buen gusto”.

¿En realidad el loro estaba discutiendo con la niña y después chuleando a su papá? ¿O solamente imitaba sonidos que sus dueños le habían enseñado?

Los loros son un grupo de aves que se caracteriza por contar con la asombrosa capacidad de imitar sonidos, por lo que la respuesta es obvia, el lorito de la historia – basada en hechos reales – estaba imitando lo que sus dueños le habían enseñado, muy probablemente relacionando el sonido con cierto tipo de personas.

Solo un reducido grupo de animales cuentan con la capacidad de adquirir nuevos sonidos por imitación, se les conoce como “vocal learners”. Es remarcable que no hay una relación de parentesco cercana entre ellos, abarcando distintos grupos taxonómicos; en los mamíferos son murciélagos, cetáceos, focas, leones marinos, elefantes y el ser humano, mientras que en las aves son colibríes, pájaros cantores y loros. Esto indicaría que este tipo de aprendizaje evolucionó de forma independiente en cada uno de ellos.

Guacamayo dorado y azul Ara ararauna.Ian Fox /iStock

Los científicos consideran que el aprendizaje vocal pudo haber evolucionado permitiendo una forma de comunicación más compleja y una transmisión cultural de sonidos que son importantes para una cohesión social.

Por ejemplo, en los cetáceos se ha observado que incluso dependiendo del grupo social al que pertenecen, las ballenas tienen diferentes codas – los cantos que usan para comunicarse– que los ayudan a distinguirse entre individuos, familias, tribus y demás grupos.

Pero en los loros, a diferencia del resto de animales su capacidad va más allá, pudiendo imitar sonidos ajenos a los de su especie. Aunque esta capacidad en los loros es bien conocida desde la antigüedad, no se sabía cómo las aves eran capaces de ello.

Fue hasta 2015 cuando investigadores de la Universidad de Duke encontraron diferencias estructurales clave en los cerebros de los loros que podrían explicar cómo son tan buenos imitando sonidos, incluyendo el lenguaje humano.

Para ello diseccionaron los cerebros de nueve especies distintas de estas aves, el periquito australiano (Melopsittacus undulatus), cotorra frentidorada (Aratinga aurea), cacatua ninfa (Nymphicus hollandicus), inseparable de Namibia (Agapornis roseicollis), loro yucateco (Amazona xantholora), loro real amazónico (Amazona ochrocephala), guacamayo azul y amarillo (Ara ararauna), kea (Nestor notabilis) y loro gris (Psittacus erithacus).

Muchas de estas aves se crían con el objetivo de ser mascotas, por lo que vale la pena no fomentar su extracción ilegal.N-sky /iStock

Así como en los pájaros cantores y los colibríes, los loros cuentan con una región cerebral a la que se le da el nombre de núcleos, pero a diferencia de ellos cuentan también con una estructura más, llamada anillos externos o “cáscara”. Esta ya había sido observada cuando menos 15 años antes, pero los investigadores en ese entonces no le dieron importancia alguna.

Tanto núcleos como anillos externos están involucrados en el aprendizaje vocal y la presencia de esta segunda estructura sería la clave de la diferencia con las otras aves. No solo eso, los anillos externos presentan diferencias de tamaño entre distintos grupos de loros, lo cual se refleja en una menor o mayor capacidad de imitación de sonidos.

La mayoría de estos sitios en el cerebro, tan importantes para el aprendizaje vocal, se encuentran en áreas que también están involucradas en el control del movimiento. Las expresiones de genes en estas áreas podría explicar por qué algunas especies de loros también pueden aprender a bailar cuando se les pone música.

Vale la pena recordar – y hacérselo saber a los niños -, por más que los loros pueden decir palabras de forma precisa no significa que tengan la capacidad de entenderlas, por lo que el lorito de la historia no estaba siendo grosero con la niña, y tampoco chuleaba a su papá – honestamente, lo segundo era menos probable que lo primero -.

Referencias:

Por Agencias