Este domingo concluimos, prácticamente, la lectura y reflexión del capítulo 13 del evangelio de san Mateo. El Señor Jesús nos presenta las 4 últimas parábolas de este capítulo, acerca del Reino de los cielos; Reino que compara con diversas situaciones de su tiempo. Hoy, el Maestro de Nazaret, nos propone las parábolas del tesoro escondido en un campo, la perla de gran valor, la red llena de peces, y el arca del padre de familia.
Comencemos meditando el texto de la primera lectura que nos narra la petición que Salomón le hace a Dios al iniciar su gobierno en el Pueblo de Israel. Dios esperaba que Salomón le pidiera una larga vida, riquezas abundantes y la muerte de sus enemigos… Sin embargo, Salomón, increíblemente, le expresa: “Te pido que me concedas sabiduría de corazón para que sepa gobernar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal”. Esta petición le agradó muchísimo a Dios, de tal forma que, no sólo le concedió su ruego, sino que, además, le otorgó otras bendiciones.
La sabiduría, a los ojos de Dios, no se identifica con sagacidad, astucia, capacidad intelectual o ingenio. La sabiduría, don de Dios, se traduce como fe humilde y sencilla que es capaz de “contemplar” la presencia misma de Dios en todo lugar y disfrutar, gozando de su compañía. En efecto, el sabio es quien “ve” a Dios en la familia, en la escuela, en el trabajo, en el templo, en la oración, en los sacramentos, en el prójimo, en los acontecimientos, y disfruta (saborea) su encuentro con él.
Entendida “la sabiduría” de esta manera, comprendemos mejor las parábolas del evangelio. La parábola del tesoro escondido en un campo y la parábola de la perla de gran valor, nos muestran la grandeza de Dios y de su Reino y cómo el ser humano debe hacer hasta lo imposible por poseer a Dios y formar parte de este Reino. Dios y su Reino son ese tesoro y esa perla de gran valor que nosotros debemos colocar en primer lugar en nuestra escala de valores. En definitiva, esto es lo verdaderamente importante y que nosotros debemos, con sabiduría, poseer y disfrutar en nuestra vida.
No podemos, por último, dejar de mencionar una maravillosa frase de san Pablo en la segunda lectura. Se trata de una frase inspiradora que nos ayuda, con sabiduría, a entender que: “todo contribuye para bien de los que aman a Dios”. En efecto, tanto las experiencias positivas como las negativas, a la luz de la fe, es decir, a la luz de la sabiduría de Dios, contribuyen para nuestro bien. Con frecuencia pensamos que únicamente lo bueno es lo que nos sirve para crecer en la vida, pero no es así; también los fracasos y situaciones de sufrimiento contribuyen para nuestro bien.
Pidamos a nuestro Padre Dios, en la eucaristía dominical, que su Hijo Jesucristo sea para cada uno de nosotros esa “Sabiduría”, ese “Tesoro” y esa “Perla de gran valor” que nosotros poseamos de verdad. Así sea.
¡Que tengan un excelente domingo!
Con Información de El Sol de Hermosillo