Esta es la historia real del sangriento asesino que inspiró a Ghostface, el villano de la serie de películas de terror Scream.
1994. Kevin Williamson, un actor limitado que probaba suerte como guionista, se vio atrapado por un reportaje de televisión. En él se contaban los terribles crímenes de un asesino serial en Florida que solo atacaba estudiantes de preparatoria. La historia no solo le interesó, también le hizo recordar aquella vez que alguien había intentado entrar a la casa en la que estaba solo. Esa noche, Williamson tuvo una idea y comenzó a escribirla. Así fue como una historia real inspiró una de las sagas de terror más famosas del cine: Scream.
¿De qué trata la saga de Scream?
Inaugurada en 1996, la saga de Scream sigue los asesinatos de Ghostface, un extraño asesino que comienza a atormentar a un grupo de estudiantes de una preparatoria en el pueblo ficticio de Woodsboro, en California.
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Aunque el misterioso criminal acaba con la vida de la mayoría de los integrantes del grupo, su racha asesina se ve interrumpida por Sidney Prescott (Neve Campbell), Gale Weathers (Courteney Cox) y Dewey Riley (David Arquette), quienes sobreviven a los embates de Ghostface solo para descubrir que el responsable –o mejor dicho, los responsables– se escondía bajo una máscara menos obvia: la de un amigo.
En las siguientes películas, incluyendo el reboot de la saga de 2022 y su posterior secuela estrenada en 2023, imitadores del asesino persiguen a los personajes principales, ya sea para terminar con las infames tareas de Ghostface o para honrar un sorpresivo vínculo con el criminal del cuchillo.
Scream: la sorprendente historia real que inspiró al asesino Ghostface
Si bien, la saga de Scream avanza completamente en el campo de la ficción, su villano siempre ha seguido los pasos del personaje real cuya historia inspiró al guionista Kevin Williamson: el asesino serial Danny Rolling, conocido como ‘El Destripador de Gainesville’.
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Entre el 24 y el 27 de agosto de 1990, Rolling asesinó a sangre fría a cinco estudiantes de escuelas de Florida. Sus primeras víctimas fueron Sonja Larson y Christina Powell, de 17 años, a quienes violó y apuñaló hasta la muerte después de irrumpir en su departamento de estudiante a través de una ventana.
Un día después, Danny asesinó a Christia Hoyt, estudiante de 18 años a la que mutiló después de asesinarla. Ya con la policía siguiéndole el rastro, el asesino –nombrado en los medios como ‘El Destripador de Gainesville’– cobró la vida de otros dos jóvenes: Tracy Paules y Manny Taboada, de 23 años.
¿Qué pasó con Danny Rolling?
Durante la persecución del asesino, la policía de Luisiana contactó a sus homólogos de Florida para avisarles que los asesinatos en Gainesville guardaban cierta similitud con un triple homicidio sucedido un año antes. A los tres los habían sorprendido en su hogar, atado, apuñalado y colocado sus cuerpos en posiciones extrañas. Una de las víctimas además había sido violada y “limpiada” con vinagre, tal como sucedió con algunas de las jóvenes asesinadas en Florida. Los oficiales tenían a un sospechoso: Danny Rolling, un expulsado de la Fuerza Aérea con antecedentes en agresión, tráfico de drogas y robo.
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Curiosamente, Rolling estaba arrestado en una cárcel de Marion, a unos kilómetros de Gainesville por intentar robar un supermercado en septiembre de ese año. Las sospechas se confirmaron cuando descubrieron que el tipo de sangre de Danny era igual al encontrado en los asesinatos estudiantiles de Florida y en el homicidio múltiple de Luisiana. También descubrieron evidencias de su participación en los crímenes, incluyendo vello púbico y sangre de sus víctimas así como grabaciones de audio donde hablaba sobre las matanzas, en su casa.

En noviembre de 1991, Danny Rolling fue acusado de varios cargos de asesinato. Tres años después enfrentó a la justicia. Durante su juicio, el hombre aceptó todos los cargos que se le imputaban, pero dijo que los había cometido por órdenes de “Géminis”, una parte diabólica de su personalidad que había aflorado después de ver la película ‘El Exorcista III’. Se le condenó a morir por la vía de la inyección letal.
El 25 de octubre de 2006, mientras los químicos inyectados cumplían su misión, el asesino comenzó a cantar un himno gospel. Todo terminó segundos después.
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